Plaza de la revolución

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sábado, 10 de enero de 2015

Julio Antonio Mella, "hombre de fuego"


Julio Antonio MellaPor Armando Fernández Martí

Santiago de Cuba 10 ene.— Nuestro pueblo y en particular su juventud no olvida hoy, que el 10 de enero de 1929, hace 86 años, fue asesinado en Ciudad de Méjico el líder comunista y antimperialista Julio Antonio Mella, uno de esos hombres de los llamados imprescindibles, porque nunca se cansó de luchar por la justicia social de los cubanos y aún más allá, por la de toda América Latina.

Alguien lo llamó "hombre de fuego" y razón  tenía, porque Mella es considerado como el revolucionario cubano que más hizo en menos tiempo, al caer asesinado por las balas de matones al servicio de la dictadura de Machado en Méjico, tenía solo 25 años de edad.

Su aval más destacado podría resumirse así: fue fundador de la Federación Estudiantil Universitaria, la gloriosa FEU en 1922 y de la cual fue su Presidente; organizó la Reforma Universitaria, que se llevaba a cabo en América Latina desde 1918; organizó y desarrolló el Primer Congreso Nacional de Estudiantes, que incluía a la Enseñanza Media; creó la Revista Alma Mater, que se mantiene hasta nuestros días y creó la Universidad Popular José Martí, que permitió el acceso de los obreros a las aulas universitarias.

Asimismo, en agosto de 1925, Julio Antonio Mella junto a Carlos Baliño fundaron el Primer Partido Comunista Marxista-Leninista de Cuba, precursor de nuestro actual Partido y continuador histórico del Partido Revolucionario Cubano, organizado por José Martí en 1892. De ese primer partido, Mella fue elegido miembro de su Comité Central, pero además, creó también la Liga Antimperialista y militó en su Liga Anticlerical en su lucha contra el fascismo, que surgió en Europa.

Por todas esas razones, Julio Antonio Mella fue expulsado de la Universidad de La Habana y se vio obligado a exiliarse en Méjico, desde donde continuó siendo guía de la lucha de su patria y colaboró en tareas políticas con el Movimiento Obrero Mejicano y de otros países de Latinoamérica, convirtiéndose de esa forma en el enemigo público número uno de la dictadura de Gerardo Machado en Cuba y, por supuesto de sus amos, los imperialistas norteamericanos, quienes lo sentenciaron a muerte.

Su asesinato el 10 de enero de 1929 pudo acabar con la vida física de aquel extraordinario joven revolucionario, pero no con el ejemplo que él dejó a las futuras generaciones cuando expresó: “hasta después de muerto somos útiles”, o cuando dijo: “somos optimistas, confiamos en la victoria, nuestra juventud y nuestros ideales nos invitan a la lucha y a triunfar”

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