Por Dayron Chang Arranz
Estilos aparentemente diferentes como los de las primeras bailarinas Viangsay Valdés, Silvina Fabars e Irene Rodríguez convergen para revelar enfoques actuales sobre este arte en Cuba
Acto 1
Estilos aparentemente diferentes como los de las primeras bailarinas Viangsay Valdés, Silvina Fabars e Irene Rodríguez convergen para revelar enfoques actuales sobre este arte en Cuba
Acto 1
Santiago
de Cuba, 7 ene.— “El folclor es lo básico que tenemos nosotros como
identidad”, fue esta la primera lección que defendió en su entrevista la
Premio Nacional de la Danza 2014 Silvina Fabars. “No son solamente los
bailes o los cantos es además la forma de cocinar, caminar, vestirse;
cómo hablamos con las manos y gesticulamos hasta
el cansancio”; afirma la cantante devenida bailarina, mientras apoya con su cuerpo las palabras que apenas necesita pronunciar. Una seña le alcanza para ser interpretada.
“Las personas piensan que el folclor es solo lo afrocubano o la cultura negra, pero considero que no”. Para esta fiel portadora de lo popular en Cuba y en el mundo entero “el concepto folclor se refiere a todo lo que el pueblo asimila y forja como parte de su cultura.”
Con un tono alarmante en su decir Silvina manifestó la preocupación que le embarga al observar el actual desempeño del movimiento folclórico cubano. Para esta profesora que ha ofrendado su vida al arte, la lucha por conservar adecuadamente los valores indetitarios de la cultura popular, incluyendo los detalles casi imperceptibles de esas danzas o cantos ancestrales, forman parte de una responsabilidad con sus principios, con su isla y sus raíces.
Tras esas búsquedas la Fabars ha tratado de difundir este movimiento no solamente con palabras sino con hechos y en ese empeño ha formado nuevas compañías y algunos jóvenes bailarines. Sin haber cobrado nunca por esta labor extra, Silvina considera que “la mayor satisfacción está en haber fundado agrupaciones folclóricas profesionales y aficionadas en rincones de Cuba donde nadie se había preocupado por ello.”
Aunque son muchas las personas que tienen obligaciones con este movimiento, la bailarina cree existen algunos representantes no interesados “en que se trabaje y se ahonde en el folclor como antes.” Según analiza la educadora “para hacer cualquier montaje se realizaban investigaciones y profundizaciones sobre los bailes campesinos y su surgimiento o sobre los orishas y su contexto, elementos que daban la posibilidad de llenarnos de cultura a medida que íbamos naciendo y creciendo.”
Esa falta de estudio ha repercutido en las nuevas generaciones y en la conservación de un componente tan imprescindible como son los bailes populares. Aunque Silvina no está en desacuerdo con los movimientos y ritmos actuales, pues cree que todas las épocas han tenido su boom con géneros específicos, si le inquieta que se “esté degenerando el folclor en nuestras calles y se esté perdiendo esa infinidad de bailes que siempre identificaron a Cuba. Ahora todo son bailes sueltos y la elegancia o prestancia que se patentizaban cuando un hombre tomaba a una mujer para bailar con ligereza se ha ido perdiendo”, enuncia mientras recuerda en una escenificación aquellos tiempos de salón.
Enfocada en la labor que le lleva de ciudad en ciudad como embajadora de la cubanidad, Silvina confirma que la solución para ofrecer un nuevo y refrescante producto artístico en nuestros escenarios, cabarets, centros turísticos no está en las transformaciones a ultranza de los orishas, o en la modernización deliberada de nuestros campos.
el cansancio”; afirma la cantante devenida bailarina, mientras apoya con su cuerpo las palabras que apenas necesita pronunciar. Una seña le alcanza para ser interpretada.
“Las personas piensan que el folclor es solo lo afrocubano o la cultura negra, pero considero que no”. Para esta fiel portadora de lo popular en Cuba y en el mundo entero “el concepto folclor se refiere a todo lo que el pueblo asimila y forja como parte de su cultura.”
Con un tono alarmante en su decir Silvina manifestó la preocupación que le embarga al observar el actual desempeño del movimiento folclórico cubano. Para esta profesora que ha ofrendado su vida al arte, la lucha por conservar adecuadamente los valores indetitarios de la cultura popular, incluyendo los detalles casi imperceptibles de esas danzas o cantos ancestrales, forman parte de una responsabilidad con sus principios, con su isla y sus raíces.
Tras esas búsquedas la Fabars ha tratado de difundir este movimiento no solamente con palabras sino con hechos y en ese empeño ha formado nuevas compañías y algunos jóvenes bailarines. Sin haber cobrado nunca por esta labor extra, Silvina considera que “la mayor satisfacción está en haber fundado agrupaciones folclóricas profesionales y aficionadas en rincones de Cuba donde nadie se había preocupado por ello.”
Aunque son muchas las personas que tienen obligaciones con este movimiento, la bailarina cree existen algunos representantes no interesados “en que se trabaje y se ahonde en el folclor como antes.” Según analiza la educadora “para hacer cualquier montaje se realizaban investigaciones y profundizaciones sobre los bailes campesinos y su surgimiento o sobre los orishas y su contexto, elementos que daban la posibilidad de llenarnos de cultura a medida que íbamos naciendo y creciendo.”
Esa falta de estudio ha repercutido en las nuevas generaciones y en la conservación de un componente tan imprescindible como son los bailes populares. Aunque Silvina no está en desacuerdo con los movimientos y ritmos actuales, pues cree que todas las épocas han tenido su boom con géneros específicos, si le inquieta que se “esté degenerando el folclor en nuestras calles y se esté perdiendo esa infinidad de bailes que siempre identificaron a Cuba. Ahora todo son bailes sueltos y la elegancia o prestancia que se patentizaban cuando un hombre tomaba a una mujer para bailar con ligereza se ha ido perdiendo”, enuncia mientras recuerda en una escenificación aquellos tiempos de salón.
Enfocada en la labor que le lleva de ciudad en ciudad como embajadora de la cubanidad, Silvina confirma que la solución para ofrecer un nuevo y refrescante producto artístico en nuestros escenarios, cabarets, centros turísticos no está en las transformaciones a ultranza de los orishas, o en la modernización deliberada de nuestros campos.
Al tratar de cambiarlo todo, “eso da a
la palestra con que se vayan perdiendo los valores originales, que son
los que nos identifican; afirma una creadora que con más de 40 años en
las tablas cubanas obsequió a este periodista la mayor lección para un
artista. Casi a punto de atravesar el escenario del Teatro Heredia en
busca de mi entrevista Silvina se paró frente a él y contestó: “Por el
escenario no joven. Hoy no me toca actuar. Para mí es un santuario y lo
respeto demasiado.”
Acto 2
La agenda de la compañía de Irene Rodríguez promete estar bien apretada para el 2015. La bailaora, es imbatible. Tanto su voz como su expresividad corporal; todo en ella te retiene; casi magnetiza. El carisma resguarda una fuerza que ampara lo que casi es su principio de vida: “El bailar no está solo en la técnica, sino en esa entrega y pasión que emana desde adentro.”
Estando en Santiago de Cuba la joven directora y coreógrafa Irene Rodríguez aseguró que le era imprescindible regresar a las tablas del Heredia. Durante su estancia en la ciudad aspira compartir el estreno de dos espectáculos actualmente en pleno montaje. El primero de ellos es una obra original y el otro algo más atrevido y variado; ambos se estarán presentando en el Teatro Nacional, el Mella y en el reabierto Teatro Martí de la capital.
Aunque mucho menos que Silvina, Irene posee algunos años de magisterio. Su joven experiencia y cercanía generacional con los artistas que se forman en las academias le hacen cuestionarse –con imponente celeridad- “si será por los cambios de la sociedad que existe hoy una falta de entrega por parte de los bailarines en comparación con graduaciones anteriores. Antes daban más de sí en la escena y aprovechaban más los diversos momentos.”
Al contrario de lo que muchos piensan la carrera de danza es “la vida entera de una persona con innumerables sacrificios”. La misma Irene, quizás ignore que ella es resultado de ese esfuerzo y talento que “solo se mantiene vivo con la disciplina y constancia”.
La preocupación aún mayor de Irene “está en la ausencia de coreógrafos y diversidad de estilos que padecemos en Cuba. Aunque coexisten algunos importantes creadores de la danza, “no son la cantidad suficiente para tener nuestros escenarios actualizados, más contemporaneizados, con visiones aún mas jóvenes y heterogéneas”.
Son cada vez menos los jóvenes que se inclinan por la creación coreográfica aun y cuando se trata de fomentar a través de disimiles concursos, festivales y eventos. Por la flexibilidad que da el estilo y el género, la experimental coreógrafa considera que “los creadores de gran envergadura vienen de la danza contemporánea pues a través de ella se pueden las ideas mucho mas libres.”
Otras técnicas son mucho más estrictas y encierran o esposan más. De ahí las constantes fusiones danzarías que caracterizan su discurso espectacular; “sin embargo no desestimo las creaciones clásicas muy buenas y otras de danza española.
Instar a los estudiantes a que pongan su huella en cada una de las interpretaciones o a que aumentan su interés coreográfico lo considera una labor altamente imprescindible para continuar esa tradición que ubica a Cuba como una de las cultoras más importantes de la danza mundial. Nombres como José Manuel Carreño, catalogado durante muchos años como uno de los cuatro mejores bailarines del mundo o Carlos Acosta, primer bailarín del Royal Ballet también o Viangsay Valdés una de las bailarinas clásicas más renombradas del orbe avalan dicha trayectoria.
“Nuestros bailarines en cualquier lugar del mundo son admirados y respetados. El Ballet Nacional de Cuba ha logrado esa calidad impresionante. Por eso mismo hay que tomar como ejemplo a nuestra maestra Alicia Alonso y hacer que todos nuestros géneros sean igual de reverenciados como lo es Danza Contemporánea de Cuba, dirigida por Miguel Iglesias o el Folclórico Nacional,” cada uno de ellos según Irene muestren un pedazo de la Isla que hasta ella misma busca siempre captar en su esencia natural.
Acto 3
Viangsay Valdés omite en la mayoría de los casos las palabras. La eufonía de su cuerpo escribe historias al bailar. No necesita más. Ni siquiera fuera de los telones, más allá de Gisell o el Lago de los Cisnes la primera bailarina requiere hablar. Un entrevistador se conformaría con cronicar su gesto. Incluso aquel que captó este periodista al conversar brevemente con quien doblegada por los calores de la ciudad santiaguera, se mostró tal cual es, mas allá de los escenarios.
Con una visión en parte optimista Viangsay considera a la danza –como Silvina e Irene “un eslabón fuerte del arte en cada una de sus diferentes ramas: la contemporánea, el ballet clásico o más moderno, el folclor y hasta el movimiento aficionado.”
En una tierra como la de Santiago asegurar que el cubano lleva lo danzario en la sangre más que un criterio al azar, es una certeza que Viangsay constató en las calles, en la gente. “El ritmo y la musicalidad, es algo innato, que solo hay que aprender a cultivar con sacrificios”, asevera esta primera bailarina que escogida por la danza adjudica al talento más espontáneo y natural parte del éxito en la preservación de este arte en Cuba.
Acto 2
La agenda de la compañía de Irene Rodríguez promete estar bien apretada para el 2015. La bailaora, es imbatible. Tanto su voz como su expresividad corporal; todo en ella te retiene; casi magnetiza. El carisma resguarda una fuerza que ampara lo que casi es su principio de vida: “El bailar no está solo en la técnica, sino en esa entrega y pasión que emana desde adentro.”
Estando en Santiago de Cuba la joven directora y coreógrafa Irene Rodríguez aseguró que le era imprescindible regresar a las tablas del Heredia. Durante su estancia en la ciudad aspira compartir el estreno de dos espectáculos actualmente en pleno montaje. El primero de ellos es una obra original y el otro algo más atrevido y variado; ambos se estarán presentando en el Teatro Nacional, el Mella y en el reabierto Teatro Martí de la capital.
Aunque mucho menos que Silvina, Irene posee algunos años de magisterio. Su joven experiencia y cercanía generacional con los artistas que se forman en las academias le hacen cuestionarse –con imponente celeridad- “si será por los cambios de la sociedad que existe hoy una falta de entrega por parte de los bailarines en comparación con graduaciones anteriores. Antes daban más de sí en la escena y aprovechaban más los diversos momentos.”
Al contrario de lo que muchos piensan la carrera de danza es “la vida entera de una persona con innumerables sacrificios”. La misma Irene, quizás ignore que ella es resultado de ese esfuerzo y talento que “solo se mantiene vivo con la disciplina y constancia”.
La preocupación aún mayor de Irene “está en la ausencia de coreógrafos y diversidad de estilos que padecemos en Cuba. Aunque coexisten algunos importantes creadores de la danza, “no son la cantidad suficiente para tener nuestros escenarios actualizados, más contemporaneizados, con visiones aún mas jóvenes y heterogéneas”.
Son cada vez menos los jóvenes que se inclinan por la creación coreográfica aun y cuando se trata de fomentar a través de disimiles concursos, festivales y eventos. Por la flexibilidad que da el estilo y el género, la experimental coreógrafa considera que “los creadores de gran envergadura vienen de la danza contemporánea pues a través de ella se pueden las ideas mucho mas libres.”
Otras técnicas son mucho más estrictas y encierran o esposan más. De ahí las constantes fusiones danzarías que caracterizan su discurso espectacular; “sin embargo no desestimo las creaciones clásicas muy buenas y otras de danza española.
Instar a los estudiantes a que pongan su huella en cada una de las interpretaciones o a que aumentan su interés coreográfico lo considera una labor altamente imprescindible para continuar esa tradición que ubica a Cuba como una de las cultoras más importantes de la danza mundial. Nombres como José Manuel Carreño, catalogado durante muchos años como uno de los cuatro mejores bailarines del mundo o Carlos Acosta, primer bailarín del Royal Ballet también o Viangsay Valdés una de las bailarinas clásicas más renombradas del orbe avalan dicha trayectoria.
“Nuestros bailarines en cualquier lugar del mundo son admirados y respetados. El Ballet Nacional de Cuba ha logrado esa calidad impresionante. Por eso mismo hay que tomar como ejemplo a nuestra maestra Alicia Alonso y hacer que todos nuestros géneros sean igual de reverenciados como lo es Danza Contemporánea de Cuba, dirigida por Miguel Iglesias o el Folclórico Nacional,” cada uno de ellos según Irene muestren un pedazo de la Isla que hasta ella misma busca siempre captar en su esencia natural.
Acto 3
Viangsay Valdés omite en la mayoría de los casos las palabras. La eufonía de su cuerpo escribe historias al bailar. No necesita más. Ni siquiera fuera de los telones, más allá de Gisell o el Lago de los Cisnes la primera bailarina requiere hablar. Un entrevistador se conformaría con cronicar su gesto. Incluso aquel que captó este periodista al conversar brevemente con quien doblegada por los calores de la ciudad santiaguera, se mostró tal cual es, mas allá de los escenarios.
Con una visión en parte optimista Viangsay considera a la danza –como Silvina e Irene “un eslabón fuerte del arte en cada una de sus diferentes ramas: la contemporánea, el ballet clásico o más moderno, el folclor y hasta el movimiento aficionado.”
En una tierra como la de Santiago asegurar que el cubano lleva lo danzario en la sangre más que un criterio al azar, es una certeza que Viangsay constató en las calles, en la gente. “El ritmo y la musicalidad, es algo innato, que solo hay que aprender a cultivar con sacrificios”, asevera esta primera bailarina que escogida por la danza adjudica al talento más espontáneo y natural parte del éxito en la preservación de este arte en Cuba.
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