Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba 5 dic.— Si para los 82 expedicionarios del yate Granma el desembarco cerca de Playa Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956 fue aquel un momento amargo cuando se vieron atrapados entre los enmarañados manglares y el fango cenagoso, que a decir del Che, los convirtió en un ejército de sombras y fantasmas, aún así todos conservaron la fortaleza espiritual de que pronto saldrían de ese infierno, para emprender el soñado camino de la libertad.
Santiago de Cuba 5 dic.— Si para los 82 expedicionarios del yate Granma el desembarco cerca de Playa Las Coloradas el 2 de diciembre de 1956 fue aquel un momento amargo cuando se vieron atrapados entre los enmarañados manglares y el fango cenagoso, que a decir del Che, los convirtió en un ejército de sombras y fantasmas, aún así todos conservaron la fortaleza espiritual de que pronto saldrían de ese infierno, para emprender el soñado camino de la libertad.
Pero tres días después, el 5 de
diciembre, cuando fueron sorprendidos por el ejército en medio de un
campo de caña, en Alegría de Pío, aquellos 82 hombres comenzaron a
comprender que la libertad no era solo un suelo y que el precio a pagar
por ella era caro, incluso con la vida.
Lo que pasó en Alegría de Pío aquella tarde es indescriptible, nisiquiera los que vivieron ese momento tuvieron después una idea exacta de lo sucedido entre el fuego cruzado de las balas del enemigo y la candela de los campos de caña que los abrazaban. La situación para todos se tornó dolorosa y los revolucionarios se dispersaron por todos los alrededores solos o en grupo, para vivir cada cual su propia experiencia.
Cuando ya todo parecía perdido, cuando nadie atinaba nisiquiera a disparar contra el enemigo en medio de aquel infierno, se escuchó el grito viril del capitán Juan Almeida exclamando: ”Aquí no se rinde nadie”, una frase que después se convirtió en estímulo para que muchos continuaran la lucha y en un legado que aún hoy, 58 años después, repiten los cubanos frente a los enemigos de la Revolución.
En el combate de Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956 solo murieron tres revolucionarios. Diecisiete serían asesinados en los días posteriores y otros fueron hechos prisioneros por el ejército, mientras que un grupo logró mantenerse por la zona y organizarse para días después reencontrarse y con solo 7 fusiles y 12 hombres, como dijo Fidel: “Bastaban para hacer la Revolución”
Ese pequeño grupo de expedicionarios marcharon después a la Sierra Maestra y tras dos años de lucha se había multiplicado en un pueblo entero que ha luchado, lucha y luchará como nos lo enseñaron los del Granma: ¡Hasta la Victoria Siempre!
Lo que pasó en Alegría de Pío aquella tarde es indescriptible, nisiquiera los que vivieron ese momento tuvieron después una idea exacta de lo sucedido entre el fuego cruzado de las balas del enemigo y la candela de los campos de caña que los abrazaban. La situación para todos se tornó dolorosa y los revolucionarios se dispersaron por todos los alrededores solos o en grupo, para vivir cada cual su propia experiencia.
Cuando ya todo parecía perdido, cuando nadie atinaba nisiquiera a disparar contra el enemigo en medio de aquel infierno, se escuchó el grito viril del capitán Juan Almeida exclamando: ”Aquí no se rinde nadie”, una frase que después se convirtió en estímulo para que muchos continuaran la lucha y en un legado que aún hoy, 58 años después, repiten los cubanos frente a los enemigos de la Revolución.
En el combate de Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956 solo murieron tres revolucionarios. Diecisiete serían asesinados en los días posteriores y otros fueron hechos prisioneros por el ejército, mientras que un grupo logró mantenerse por la zona y organizarse para días después reencontrarse y con solo 7 fusiles y 12 hombres, como dijo Fidel: “Bastaban para hacer la Revolución”
Ese pequeño grupo de expedicionarios marcharon después a la Sierra Maestra y tras dos años de lucha se había multiplicado en un pueblo entero que ha luchado, lucha y luchará como nos lo enseñaron los del Granma: ¡Hasta la Victoria Siempre!
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