Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 11 jun.— Se cumplen hoy 146 años de aquel 11 de junio de 1868 cuando en la iglesia parroquial mayor de bayamo, la orquesta del maestro Manuel Muñiz Cedeño interpretó por primera vez las notas musicales de la marcha La Bayamesa, compuesta por Perucho Figueredo y devenida más tarde en el Himno Nacional cubano.
Santiago de Cuba, 11 jun.— Se cumplen hoy 146 años de aquel 11 de junio de 1868 cuando en la iglesia parroquial mayor de bayamo, la orquesta del maestro Manuel Muñiz Cedeño interpretó por primera vez las notas musicales de la marcha La Bayamesa, compuesta por Perucho Figueredo y devenida más tarde en el Himno Nacional cubano.
Esa música la compuso Perucho en la
madrugada del 14 de agosto de 1867 a solicitud de algunos conspiradores
bayameses contra España, entre ellos, Francisco Vicente Aguilera y
Francisco Maceo Osorio. Figueredo, quien era músico y trabajó toda la
noche en su piano para crear la obra, una marsellesa criolla al estilo
de la enarbolada durante la Revolución Francesa.
Casi un año después, el maestro Manuel
Muñoz instrumentó la marcha de Perucho y en atrevida acción conspirativa
la ofreció al público con su orquesta como parte de la ceremonia
religiosa del Corpus Cristi, celebrada en la iglesia parroquial mayor de
Bayamo, el 11 de junio de 1868 y donde se encontraban presentes las más
altas autoridades españolas de la ciudad, encabezada por el Teniente
Coronel Julián Urdaneta, que sin saber nada de música sospechó que la
que escuchaba nada tenía de religiosa y sí mucho de patriota.
Y no se equivocó el gobernador Urdaneta
pues aquella obra de Perucho Figueredo no cabía entre los muros de la
iglesia de Bayamo, ya que la marcha era un grito, una arenga, rebeldía y
melodía y ritmo no incitaban a contemplativos estados de ánimo, ni de
sosiego, no era música para altar religioso, ni ofrenda ni homenaje
místico, sino marcha de campo abierto, clarinada, sacudida, llama.
Y eso quedó demostrado poco más de cinco meses después, el 20 de octubre de 1868, cuando la toma de la ciudad por las tropas de Carlos Manuel de Céspedes el pueblo enardecido tarareaba la música de la marcha La Bayamesa y pedían a Perucho Figueredo que pusiera letra a la misma y lo hizo: “Al combate corred bayameses, / que la patria os contempla orgullosa, / no temáis una muerte gloriosa, / que morir por la patria es vivir”
Y eso quedó demostrado poco más de cinco meses después, el 20 de octubre de 1868, cuando la toma de la ciudad por las tropas de Carlos Manuel de Céspedes el pueblo enardecido tarareaba la música de la marcha La Bayamesa y pedían a Perucho Figueredo que pusiera letra a la misma y lo hizo: “Al combate corred bayameses, / que la patria os contempla orgullosa, / no temáis una muerte gloriosa, / que morir por la patria es vivir”
A partir de entonces, los cubanos todos,
negros y blancos, ricos y pobres, hombres y mujeres, niños, jóvenes y
adultos, trabajadores manuales e intelectuales, en fin, el pueblo, hizo
suya la marcha La Bayamesa porque era símbolo de la nación y la cultura
que nacían ese día en medio del fragor de los combates por la gloria de
la patria y de sus hijos.
No obstante, el estreno oficial de la marcha La Bayamesa, ocurrió el 8 de noviembre de 1868, cuando la interpretó en el atrio
de la iglesia parroquial mayor de Bayamo, que en esos momentos era la capital de la revolución cubana, la propia orquesta del maestro Manuel Muñoz Cedeño y un coro integrado por seis muchachas negras e igual cantidad de blancas.
El 5 de noviembre de 1901 durante la
Asamblea Constituyente de la primera República de Cuba, se aprobó
oficialmente como Himno Nacional la marcha La bayamesa, de Perucho
Figueredo, que fue, es y será por siempre un canto de guerra y de
victoria.
No obstante, el estreno oficial de la marcha La Bayamesa, ocurrió el 8 de noviembre de 1868, cuando la interpretó en el atrio
de la iglesia parroquial mayor de Bayamo, que en esos momentos era la capital de la revolución cubana, la propia orquesta del maestro Manuel Muñoz Cedeño y un coro integrado por seis muchachas negras e igual cantidad de blancas.
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