Plaza de la revolución

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lunes, 23 de junio de 2014

Crónica de un viaje esperado


 KENIAPor Kenia Tabares Robles

Por mucho que me describió aquel recóndito lugar, la realidad superó a la narración. Llevaba días esperando, y ¡por fin, el viaje se dio!... El cafetal Fraternidad era mi destino.

Mucho me habían hablado de lo lejos que quedaba, a más de 60 kilómetros de la ciudad de Santiago de Cuba; pero, por más que lo esperaba… el viaje, no dejó de sorprenderme. En pleno siglo XXI la geografía santiaguera tiene mucho por descubrir.

Partimos entrada la mañana con pocos insumos, pero con muchas ganas de aventurar. Zapatos cómodos, pulóveres, jeans, era el clásico vestuario. Unos pocos, llevaban un pomo con agua, para variar.

Salimos de Tele -Turquino en una moderna camioneta, con el equipo de especialistas de la Oficina del Conservador de la Ciudad. Todos entusiasmados. Un chiste, una cortesía, amenizaban el encuentro.

Cogimos la autopista y luego del Punto de control. Doblamos hacia la derecha para entrar al municipio Songo La Maya, y seguimos avanzando hasta pasar los poblados Yerba de Guinea y Ramón de las Yaguas. El camino cada vez se ponía peor, ya estábamos en la Sierra Maestra. 

Entre brincos una mano sujetaba al otro si se iba de lado, se escaba una sonrisa o una jarana, en fin, el viaje se hizo soportable.

Cada kilómetro que pasábamos el bullicio se iba disipando y daba paso a la  tranquilidad. Sólo escuchaba el motor de la camioneta en medio de aquellas montanas… ¡Y allí estaba la meseta Santa María del Loreto, más vistosa de lo esperado!

Aproveché y tomé unas fotos. Quienes me acompañaban hicieron lo mismo mientras disfrutábamos del río Baconao, y la sinfonía de un paisaje casi primitivo. 

Seguimos el camino y llegamos al poblado Nueva Isabel, y muy cercano estaba el Campamento del proyecto Los Caminos del Café.

Hace un mes viven allí topógrafos, carpinteros, arqueólogos, arquitectos y estudiantes de la Escuela Taller de la Restauración Ugo Luisi. En el improvisado lugar sólo viven hombres, y están dispuestos a colaborar en las investigaciones arqueológicas del cafetal Fraternidad.

Listo el personal y los equipos partimos hacia las ruinas de la antigua hacienda cafetalera, a sólo un kilómetro.

Fraternidad, qué nombre tan bonito.  Realmente se siente así. En medio de aquel paisaje se erige la majestuosa la edificación del siglo XIX. Aún conserva parte de su techo original, parte de sus balcones, la enfermería, el viacueducto, los tanques de fermentación, los secaderos y la vivienda-área industrial.

Más que contarlo es hermoso vivirlo y sentir la historia contada por sus vetustas paredes.

Se han encontrado evidencias arqueológicas que demuestran la antigüedad del inmueble objeto de estudio. Entre ellas trozos de vidrios, porcelanas, metal, clavos, maderas.

Fraternidad fue un día de ensueños, de esos que jamás olvidas porque aún en el recuerdo te depara muchas aventuras.

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