Texto y foto de Israel Hernández Planas
La ciudad de Santiago de Cuba cumplirá el próximo año 5 siglos de fundada. Y aunque muchos de sus espacios públicos han variado su estructura con el paso del tiempo, otros permanecen tal cual fueron erigidos, con algunas reparaciones para su conservación.
Se trata de una ciudad viva, pero no es cosa de la actualidad. Ya quedó muy lejano en el tiempo cuando fue fundada por los españoles junto al río Parada en 1515, siendo capital cubana hasta el 1556. Quien circule hoy por la zona industrial no imaginaría que alguna vez por dicha extensión se erigiera algún asentamiento poblacional.
Una mirada a un viejo grabado de la Cuba colonial, confeccionado por el pintor y litógrafo franco-cubano Eduardo Laplante titulado Santiago de Cuba, De Isla de Cuba Pintoresca, haría que nos sintiéramos confundidos.
Conociendo la disposición actual de la urbe, este grabado en particular nos parecería descabellado pues ubica a la ciudad en el lado contrario de la bahía, justo donde hoy figuran la refinería, el frigorífico y la central termoeléctrica Antonio Maceo. Pero es precisamente esa zona la que vio nacer a Santiago de Cuba como villa.
Sin embargo Santiago evolucionó con la lógica de las sociedades. Luego de buscar un nuevo emplazamiento creció en forma de anillos concéntricos y escalonadamente en el lado este de la bahía. Desde entonces su crecimiento no se ha detenido hasta hoy cuando han pasado casi 5 siglos.
A lo largo de las épocas su evolución mostró el potencial de adaptar la arquitectura a la accidentada topografía y a un área marcada por temblores y huracanes. Hoy, tal cual se hizo en la colonia y luego en la era republicana, Santiago sigue teniendo un aire nostálgico y muy añejo pero intenta exhibir lo mejor que puede sus dones de ciudad.
Por doquier un amplio movimiento constructivo ha legado nuevos espacios públicos, pero para orgullo nuestro se preservan también aquellos edificios y emplazamientos que distinguieron a nuestra villa en todos los tiempos. Así reciben mantenimiento edificios emblemáticos como la Catedral y el Museo Emilio Bacardí, el primero de nuestro país. Así mismo han recibido el beneficio de la restauración edificaciones fundamentalmente de la ciudad antigua, lo que llamamos casco histórico.
Por eso quizás pasear hoy por la ciudad sea un tanto simbiótico, yo diría que integral. Tenemos una ciudad con las bondades del mundo moderno pero a la vez con aquello que la marca como una de las más antiguas de América. Se le ofende a veces, pero se le ama más de lo que se le vilipendia. Por ello no la dejamos perder e intentamos preservarla aún cuando ya muestre arrugas de 500 años.
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