Por Karina Otero Sotomayor
Santiago de Cuba, 17 dic.— Aunque el llamado “fatalismo geográfico” afecta sin dudas, el impacto de la socialización artística, Santiago, desde su posición en el oriente cubano y más, dentro de la creación nacional, navega con libertad en el reconocimiento de sus facturas en las disímiles manifestaciones del arte.
Apunta José Veigas Zamora, creador de una de las más importantes colecciones de archivo sobre las artes plásticas en Cuba, que el siglo XIX fue un período de “oro” en el desarrollo del arte santiaguero, afirmaciones que incluyó en el artículo “Un siglo de 150 años” perteneciente al libro “Protagonistas de las artes visuales en Santiago de Cuba”.
Pero al mismo tiempo y como todo buen investigador, deja al descubierto una realidad, que se adelanta cuando de escudriñar sobre el desarrollo de la visualidad nuestra se trata, al menos, si se escoge como referencia a las salas y paneles del Museo Emilio Bacardí Moreau.
La verdad que destaca Veigas Zamora es que en el museo más antiguo de Cuba no existe la información suficiente sobre la creación y sus gestores del siglo XX, en este territorio. Continúa con interrogantes el autor: ¿Dónde ir tras los derroteros del quehacer artístico santiaguero de los últimos 50 años?
Refiere además que se adelantan como de obligada consulta fuentes como los catálogos, documentos, entrevistas y visitas a colecciones privadas. Pero lo significativo es el porqué en esta centenaria institución, referente primero para estudiantes e investigadores, no estén a la vista tales pistas de relevancia en la historia del arte universal?
Es esta una ciudad con evidente soltura artística por su riqueza en el talento nobel y experimentado, y también por la sed de sus estudiosos en descubrir y mostrar aquellos sellos que nos identifican y nos hacen singulares en todo el país, entonces cómo es posible que no se definan como es debido, las rutas precisas para conocer del arte en los sitios especializados concebidos para tales propósitos?
Visitar el Emilio Bacardí Moreau bien vale la pena, entonces, asistir desde el conocimiento a la evolución del arte con factura nativa son privilegios que bien justifican la presencia merecida de la creación que se acumula en los siglos vividos por los artistas santiagueros de todas las generaciones; ya sea en imponentes edificaciones o en los intentos más humildes de mostrar lo relevante.
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