Autor: Coral Vázaquez
usto donde se interceptan las calles Enramadas y Barnada de esta urbe
sur-oriental existe un edificio que como todo en esta vida, tiene una
historia que contar.
Hace mucho pero mucho tiempo fue un mercado
para la venta de productos agrícolas, luego fue cerrado y sus diferentes
áreas se convirtieron lo mismo en almacén que en carpintería y en
cuantas cosas inimaginables sean posibles hasta el día en que a Antonio
Núñez Jiménez propuso convertirlo en un Museo de Cencias Naturales y más
como decía él “tenía que ser el segundo de su tipo en el país”.
Fue
así como nació uno de los centros insignias de la ciencia cubana “en
primer lugar porque quien trabaja en él, lo ama” según el director de
BIOECO, Claudio Javier Carracedo_González “también porque se genera
mucho conocimiento y porque desde hace un tiempo forma parte del Centro
Oriental de Ecosistema y Biodiversidad, BIOECO un sitio que tiene una
subdirección para la investigación de la biología y la conservación de
la flora y la fauna”.
Estas investigaciones se traducen a través
del Museo para la población, “es en ese momento en que deja de ser un
centro de educación ambiental y de divulgación de la ciencia para
convertirse en el centro de investigación de las ciencias naturales más
importante de la región oriental de Cuba con “y con un gran prestigio
nacional e internacional” añadió el Doctor Nicasio Viña Bayés, uno de
sus directores.
Y todo este quehacer ha sido posible por la
transformación del lenguaje científico que hacen posible que hoy el
centro desarrolle un conjunto de 21 proyectos, los más destacados
aquellos que se realizan con diferentes grupos etarios de la comunidad
con el objetivo de incentivar el amor por la naturaleza, enseñarles a
los niños un poco más del mundo que los rodea y, sobre todo, como
protegerlo mejor.
Por solo mencionar algunos “Educación
ambiental para el rescate de la bahía de Santiago de Cuba” , “Educación
ambiental para el rescate de la fitonimia en las comunidades de Flores y
Dessy” y “Educación ambiental para personas sordas, ciegas y de baja
visión”.
Aunque desde hace unos años los trabajadores de esta
entidad científica han tenido que hacer una redistribución de las áreas
de labor y las colecciones por un proceso de reparación y
mantenimiento, el Museo de Historia Natural Tomás Romay es uno de los
sitios más atractivos de la ciudad.
Desde que se fundó el Museo,
hasta la actualidad, más de cuatro millones de personas lo han visitado
es el resultado de una destacada labor educativa, recreativa y cultural
desde la comunidad.
Este, el primer centro de ciencia fundado en
el período revolucionario fuera de la capital tiene el honor además, de
ser la sede de la Filial Oriental de la Academia de Ciencias de Cuba,
otra razón de sus trabajadores y la comunidad científica santiaguera
para festejar este mes de octubre.
Esta es la vieja y la nueva
historia de un sitio que se mantiene fiel a la sabiduría, el
conocimiento, la gente y la ciudad que lo vio nacer hace precisamente 46
años, un 10 de octubre.
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