Autor :Israel Hernández Planas
Disimulado entre las serranías al noroeste de la ciudad de Santiago de Cuba se yergue un poblado de mitos y realidades, El Cobre, a 22 kilómetros de la ciudad, en plena simbiosis de elementos naturales y tradicionales.
Tierra de profundas minas y tradiciones centenarias,es aquí donde cada día es un canto a la rebeldía y a la fe inconmensurable de su gente. Desdoblándose de su geografía varios sitios se erigen como referencia obligada para residentes y visitantes.
Llegar hasta las antiguas minas de cobre es una sensación de ausencia terrenal. Tal pareciera que se ha llegado a un paisaje extra terrestre con laderas desoladas y un lago artificial de un azul que va desde el turquesa al marino más oscuro.
La actividad de la minería fue por muchos años el sustento de cientos de familias cobreras. Desafiando las profundidades obreros de todas las generaciones se dedicaron a explotar las connotadas minas de cobre a cielo abierto, primeras en América en ser detonadas y que llegaron a ser centro metalúrgico de incesante actividad.
“Es un trabajo muy duro. Yo entraba todos los día a las cuatro de la madrugada hasta las doce del día que entraba el otro turno, primero en las canteras luego en las trituradoras, súbete a un montacarga, arregla determinada maquinaria. Realmente uno no tenía apenas descanso pero a las personas les gustaba el oficio pues lo llevamos en la sangre”, dice Eutimio Nápoles La Rosa, quien entregó 34 años de su vida a la minería.
Hoy, sólo el silencio caracteriza las laderas y mesetas de la mina, y el quehacer minero se trasladó a la actual mina de oro barita, radicada en estos mismos contornos.
Recientemente quedó emplazado el Monumento al minero, como reconocimiento a los hombres dedicados a esta actividad, que junto a la religión y la esclavitud constituyen los componentes esenciales del desarrollo histórico cultural de El Cobre.
Alegres y serviciales por naturaleza los de esta tierra se aferran al destaque de su tierra por la cualidades humanas y las riquezas patrimoniales que encantan a todo el que hasta aquí llega.Aunque la minería ya no es la principal fuente de empleo sigue teniendo un lugar especial en los pobladores de este sitio. Otras actividades laborales como los servicios, la artesanía y el comercio han pasado a preponderar en el poblado.
El Cobre también ha visto el progreso de un poblado típico cubano. Escuelas, centros de salud, instalaciones de telefonía, un estadio, un joven club y hasta una pequeña televisora comunitaria son algunos de los ejemplos que más pudieran exponerse para denotar el desarrollo alcanzado por esta localidad.
De aquí también se admira el Santuario Nacional del Cobre, estancia perenne de la Virgen de la Caridad, patrona de Cuba; el monumento al Cimarrón, obra del destacado artista plástico Alberto Lescay y la Steel Band, una suerte de orquesta caribeña cuyos sonidos amarimbados nacen de bidones de acero y latón.
Por sus peculiaridades este ha sido un sitio frecuentado por personas corrientes y cientos de personalidades entre las que destacan artistas y deportistas.
“Hemos contado con la presencia del actor norteamericano Danny Gloover, de la esposa del cantante Harry Belafonte, de Abel Prieto, Miguel Barnet, entre otros tantos que vienen atraídos por las historias y el patrimonio de este pueblo”, expresa Juan González Pérez, director del grupo Cabildo el Cimarrón.
Por eso cuando se arriba al pequeño poblado, en este valle rodeado de montañas, el visitante no puede menos que quedar atrapado por la belleza de su caprichosa geografía, la mitología que la envuelve y el calor de su gente.
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