Autor : Isabel Zaldívar Diéguez
“Marchando vamos hacia un ideal, sabiendo que hemos de triunfar” es el comienzo del conocido Himno del 26 de Julio, y se mantiene hasta el final tan vigente como hace 58 años cuando un grupo de moncadistas lo entonaron por primera vez en sus propias celdas en el otrora Presidio Modelo de la Isla de la Juventud.
Por supuesto que después tuvieron que soportar las represalias los 26 jóvenes reclusos. No faltaron los golpes, el aislamiento, el castigo duro. Nada sorpresivo, por cuanto ya Fidel había declarado: “en cuanto a mí sé que la cárcel será dura como no lo ha sido para nadie”, a lo que añadió “pero no le temo a la furia del tirano”.
Las camas perfectamente tendidas, las mesitas y cada una de las instalaciones del Presidio Modelo tuve la oportunidad de verlas y recorrerlas. Cuenta una de las guías del hoy museo, que las notas del llamado inicialmente Himno de la Libertad, se entonaban a cada rato, sin horas ni días, sólo el aviso de una visita a la cárcel era suficiente.
El autor de la marcha era el entonces joven negro Agustín Díaz Cartaya, aficionado a la música y a la poesía e integrante de la Generación del Centenario, a quien el líder Fidel Castro le encomendó la composición musical semanas antes del juicio a los acusados del histórico ataque al cuartel Moncada.
Cartaya hizo la letra en tres días, según declaró, la cual modificó con el fin de que abarcara a la nación y se plasmara el heroísmo de los héroes y su sangre derramada. De manera que su nacimiento se remonta a las jornadas de preparación combativa por los hechos del 26 de julio de 1953.
Para algunos entendidos, la Marcha del 26 de Julio se ubica, por su letra y música, junto a la Internacional y a la Marsellesa.
Si bien el Himno fue arma de combate de la Generación del Centenario, sigue siendo la carta de presentación o despedida de los cubanos en cada uno de los encuentros. Es respuesta perenne de enfrentamiento a nuestros contrarios, parte de nuestra identidad patriótica.
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