Por Margarita Piedra Cesar
Santiago de Cuba, 23 jul.— Un día como hoy 23 de julio, pero de 1953, hace 66 años, comenzaron a trasladarse hasta Santiago de Cuba por diferentes vías los más de centenar y medio de hombres que en breves horas asaltarían los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, y Guillermón Moncada, de Santiago de Cuba.
Estos hombres, jóvenes en su mayoría, fueron escogidos de entre los 1200 que se comprometieron a integrar un movimiento, aun sin nombre, y que fueron captados personalmente por el Doctor Fidel Castro Ruz en varias provincias del país, fundamentalmente La Habana.
En ese empeño Fidel había recorrido 40 mil kilómetros contactando con cada uno tan secretamente, que ni los propios protagonistas conocían contra qué objetivo iban a luchar, porque más bien lo que hizo fue transmitirles ideas políticas e indispensables instrucciones.
No se conoce en el mundo a un líder que haya creado un movimiento revolucionario conversando individualmente con cada uno de los miembros de los grupos constituidos pueblo a pueblo, y que en un año y dos meses, haya organizado y entrenado a 1200 hombres.
Incluso, de entre los escogidos para los asaltos 140 hombres y dos mujeres, la mayoría de ellos no supo cuál sería la misión a realizar casi hasta momentos antes de su partida hacia los combates en Bayamo y Santiago de Cuba.
En ese casi centenar y medio de combatientes estaban aglutinados jóvenes valiosos, sin nexos con la politiquería de aquellos tiempos, de moral intachable, de origen obrero y campesino, pues no había ni ricos, ni burgueses, latifundistas. Los jóvenes estaban libres de compromisos reaccionarios y su único deber era libertar la patria para cumplir con el sueño del apóstol Jose Martí.
Por falta de recursos para los asaltantes a los cuarteles Céspedes, de Bayamo, y Moncada, de Santiago de Cuba solo se lograron disponer de 165 armas, el mismo número de jóvenes que viajaron hasta Santiago de Cuba y por cada uno de ellos, 20 quedaron preparados y entrenados para la acción.
El promedio de edad de los asaltantes era de 28 años, pues el mayor tenía 50 y el menor 17, constituyendo todos la vanguardia del Movimiento que después se conocería como el de la Juventud del Centenario.
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