Por Aida Quintero Dip
Santiago de Cuba, 22 may.— Esta ciudad y sus hijos pueden celebrar a sus anchas y hasta vanagloriarse con sano orgullo por habitar en una ciudad privilegiada, que constituye un monumento especial y único.
Aciertan con justeza quienes la certifican como un gran museo a cielo abierto y memoria viva de la Patria, al atesorar hechos y personalidades de la historia de la nación que la glorifican y la honran.
De las siete primeras villas fundadas por Diego Velázquez, en 1515, en sus predios abundan casas, paredes, esquinas, calles parques, vinculados a sucesos clave, de trascendental importancia en el devenir histórico de la isla.
Sus valores histórico-patrimoniales son reconocidos, los visitantes y los nativos se hechizan por sus tipologías arquitectónicas, mientras la idiosincrasia de su gente llana y coloquial completan esa imagen de ciudad irrepetible.
Majestuosa, servicial, rebelde, heroica, de altatalla monumental, la Patria la ha dignificado con sus condecoraciones más altas: Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden Antonio Maceo, de las manos de Fidel.
Tiene su Ayuntamiento, uno de los primeros de América emplazado por Hernán Cortés, donde Fidel y los barbudos anunciaron la libertad en 1959; importantes museos como el Bacardí, primero fundado en Cuba, además del Castillo del Morro San Pedro de la Roca, Patrimonio de la Humanidad.
Atesora el antiguo Cuartel Moncada hecho museo 26 de Juliopara perpetuar la epopeya, y el venerado cementerioSanta Ifigenia, con los restos de Martí, Céspedes, Mariana y de Fidel, padres fundadores de la nación; de veteranos de la guerra independentista, mártires de la gesta de 1953, de la clandestinidad, de la lucha insurreccional e internacionalistas.
Transitar por Santiago de Cuba “donde no hay una piedra que no haya sido pedestal de un héroe” es inspiración constante y beber de la savia de Antonio Maceo, Guillemón Moncada, Frank País y tantos otros que saludan al pueblo desde la heroicidad y la rebeldía.
Esta tierra bendecida ha vivido de épica en épica, es museo;vibrante, renovada y plena, a pesar de su más de medio milenio de vida, con puertas siempre abiertas a la guitarra y casas que nunca se cerraron para abrigar a revolucionarios perseguidos.
La historia ya escribió su nombre en el corazón de la tierra. Cantarle es poco, lo que hace falta es quererla siempre y entregarle el sudor y la sangre cuando haga falta, como acuñó el poeta.
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