Por Miralis Despaigne Pineda
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 11 ene.— Calificada como la flor más autóctona de la Revolución, Celia Sánchez Manduley desaparece físicamente un 11 de enero de 1980, pero su recuerdo permanecerá por siempre en el pueblo cubano.
El 9 de mayo de 1920, sencilla como las flores del campo germinó en Media Luna una semilla revolucionaria, bautizada con el nombre Celia Esther de los Desamparados, aquí vivió la primeras décadas del Siglo XX y se convierte en una mujer de extrema sensibilidad.
Aprendió los quehaceres de la casa, a bordar, recibió clases de piano y fue admiradora de las artes plásticas y sobre todo profunda amante de las flores.
Después del Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, se dio cuenta que entonces la única opción era la lucha armada y se involucró en varias organizaciones insurreccionales.
Con el nombre de Norma devino figura legendaria en los días de los preparativos de la expedición del Granma y del inicio de la lucha guerrillera en la Sierra Maestra. Junto a Frank País desarrolló una intensa actividad clandestina y luego con firmeza se hace fuerte en la lucha guerrillera. Celia es testigo y participante activa de los momentos más trascendentales de la Revolución, unida siempre a Fidel.
Su vida modesta y consagración al servicio del pueblo la hicieron merecedora del cariño y el afecto de millones de cubanos.
Celia asumió importantes tareas y responsabilidades después del triunfo de la Revolución hasta su muerte el 11 de enero de 1980.
Por siempre quedarán las huellas de la dulce heroína a través los numerosos documentos y objetos personales de la época, que cuentan de su activa participación en la guerra de liberación nacional cubana.
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