Por Aida Quintero Dip
Santiago de Cuba, 9 jul.— Para evocar a José Martí, a Fidel Castro y a los participantes en la gesta heroica del Moncada, el 26 de Julio, la frase “Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro” es la que mejor sintetiza el sentir patriótico y el afán de defender las causas más sublimes.
Pronunciada por el joven y valiente abogado, en el juicio por los sucesos de 1953, que clasifica entre los acontecimientos más relevantes en la historia del continente, en la segunda mitad del siglo XX, ese mensaje es fiel reflejo de la estirpe de esos dignos hombres y mujeres y de la devoción martiana.
La frase es muy conocida, pertenece al patrimonio latinoamericano, está incluida en La Historia me absolverá, uno de los documentos más leídos por el pueblo de la Isla por el valor humano, testimonial y de denuncia, impactante por sus argumentos y las acusaciones que entrañaba.
Fidel hizo enmudecer a los adversarios en el juicio, ocurrido el 16 de octubre de 1953, al expresar: “De igual modo se prohibió que llegaran a mis manos los libros de Martí; parece que la censura de la prisión los consideró demasiado subversivos. O será porque yo dije que Martí era el autor intelectual del 26 de Julio?.
Y ampliaba: ¡“No importa en absoluto! Traigo en el corazón las doctrinas del Maestro y en el pensamiento las nobles ideas de todos los hombres que han defendido la libertad de los pueblos”.
El audaz joven respaldaba su autodefensa en la acción y en el pensamiento de otro cubano de singular postura y sueños libertarios, nacido un siglo antes, y a cuyos ideales eran fieles continuadores los de la Generación del Centenario, quienes estuvieron dispuestos a morir para que él siguiera viviendo en el alma de la Patria.
Una respuesta enérgica y valiente al testamento político de José Martí resultó el asalto al cuartel Moncada, que no se circunscribía a un cambio de un tirano por un presidente al frente de la República, con un consejo de ministros, un congreso y un ejército a la usanza de la democracia representativa de la época.
Encarnó el ideario martiano el aliento político e ideológico que impulsó la lucha de liberación nacional, con un basamento auténtico y propuestas concretas para propiciar transformaciones radicales en la nación.
Otro supremo interés respondía a que el pueblo pudiera acceder a las diversas esferas del saber, la cultura, la salud; tener un trabajo decoroso y elevar su nivel y calidad de vida.
Combatientes de esa gesta como los hermanos Haydée y Abel Santamaría habían expresado abiertamente su profunda vocación martiana, una convicción que los hizo asaltar la fortaleza militar para que Martí no muriera en el año de su centenario, para tratar de emprender después el cumplimiento del programa del Moncada.
La significación histórica de la epopeya se expresa en La Historia me absolverá, que define las características y magnitud del Programa de la Revolución desde que Fidel le adjudicara al Apóstol la autoría intelectual del asalto hasta la reflexión sobre la situación de la Isla en la seudorrepública.
Su trascendencia también está en que fue el motor pequeño que impulsó y dio alas al motor grande de la Revolución para despertar el archipiélago dormido desde hacía tiempo; y hacer saber la existencia de una vanguardia y un líder, que esgrimían la táctica de la lucha armada para combatir los males de Cuba.
Fidel y sus compañeros de armas en la denuncia de la paupérrima situación económica, de pobreza extrema, insalubridad, de injusticia social y analfabetismo que resumían el panorama nacional, fueron fieles discípulos de las enseñanzas martianas de que: “Un principio justo desde el fondo de una cueva puede más que un ejército".
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