Por Martha Cabrales Arias
Santiago de Cuba, 24 ene.— Al mausoleo donde descansan los restos de José Martí, en el cementerio de Santa Ifigenia, acuden hoy cientos de cubanos con la redoblada motivación del advenimiento del aniversario 165 de su nacimiento este domingo 28.
A la enorme relevancia histórica del conjunto monumental se sumó desde el 4 de diciembre del 2016 la cercanía del túmulo funerario del líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, y desde el 10 de octubre último los correspondientes a Mariana Grajales y Carlos M. de Céspedes, progenitores de la Patria.
En la programación de actividades por la fecha en la ciudad confluirán en ese sitio sagrado niños y jóvenes, hombres y mujeres que acudirán a interpretar y escuchar poemas y canciones de inspiración patriótica y a depositar flores frescas ante el nicho que guarda los restos del más universal de los cubanos.
En la urbe, Martí es una presencia que rebasa lo icónico y basta para corroborarlo acercarse al antiguo cuartel Moncada, asaltado por Fidel Castro y jóvenes revolucionarios el 26 de julio de 1953, justamente en el año del Centenario del Apóstol, a quien consideraron el autor intelectual.
Muy cerca de la que fuera segunda fortaleza militar del país, en la intersección de la avenida honrada con su nombre y la Carretera Central, una escultura de Alberto Lescay lo perpetúa y a unos pocos kilómetros más abajo, está el magnetismo que ejerce su tumba.
La construcción del conjunto monumental obedeció al proyecto presentado por el dúo Benavent- Santí al concurso convocado al efecto y se inició en 1947. En su concepción se fraguaron aproximaciones a apotegmas martianos.
Al frente, flanquean la calle peatonal 28 monolitos que aluden a los campamentos donde permaneció durante la guerra, desde el desembarco del 11 de abril hasta su caída en combate el 19 de mayo de 1895.
Un basamento en forma de cono truncado permite ascender al deambulatorio, desde donde puede contemplarse el túmulo funerario.
Alrededor, en forma de hexágono, seis cariátides de seis metros de altura evocan las provincias cubanas de entonces.
Arriba, el lucernario posibilita la entrada de luz natural y que en determinados momentos del día entren directamente los rayos del sol.
Abajo, sobre un pentágono regular descansa la cripta, escoltada por los escudos de las 20 repúblicas americanas, por orden alfabético.
Los venerables despojos reposan en una urna de bronce, sobre un puñado de tierra traído desde todos los países del continente. Encima, una bandera cubana y un ramo de flores cumplen el deseo expresado en uno de sus Versos Sencillos.
Desde el triunfo de la Revolución en enero de 1959 el tributo a José Martí cobró sentido en la realidad y en cada fecha relacionada con su vida y obra patriótica el Mausoleo acoge una especie de rendición de cuentas de los cubanos a su legado.
Desde el 19 de mayo del 2002, una guardia permanente de honor refuerza la reverencia y otorga una conmovedora solemnidad a un sitio que ya de por sí estremecía. En ocasión de los 107 años de su muerte en Dos Ríos, jóvenes soldados comenzaron a escoltar su tumba en nombre de Cuba toda.
El 30 de julio del 2007, el presidente Raúl Castro encendió la llama eterna que arde desde entonces en su memoria y la de tantos que convirtieron a la independencia de Cuba en el máximo sentido de sus vidas.
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