Santiago de Cuba, 20 sep.— En estos tiempos de cambios en la producción y distribución de música, de imposición del consumismo y la llamada fast food culture encontrarse con un fonograma que hable con pasión y firmeza de la cultura, la vida de un país y además sepa apuntar al amor y la ternura merece detenimiento. Eso hace Eduardo Sosa en su nuevo disco: Allá voy.
El disco Allá voy, la nueva entrega de
Eduardo Sosa, abre con imagen protectora, ese clásico de Sindo Garay que
Sosa ha interpretado en la Sala Dolores, completamente a capella, para
deleite de quienes por fortuna han estado en ese sitio, con ese título
ya el disco muestra el Santiago firme como cimiento de la cultura
cubana, luego vienen una serie de canciones que vale la pena escuchar,
tener en la memoria, en la pasión.
Allá voy se llama el fonograma, sin fecha conocida de presentación, con 12 tracks donde la canción amatoria es el hilo conductor, textos hermosos, cuidados, sin alardes, arropados con un formato pequeño pero efectivo.
Este disco es de alguna manera desquite. Eduardo Sosa, retoma viejos títulos: Acariciando vidrieras, Yo te encontré o Santiaguera y los recoloca, si estos temas grabados en 2001 sonaban algo aparatosos, con instrumentaciones y energías muy fuertes ahora se acomodan.
Eduardo Sosa, lo ha dicho:¨Siento que no tengo que demostrar nada, solo quiero compartir mis canciones¨. Y lo cumple.
Quizà el futuro sea para el trap y el reggaetón, yo tengo ganas de creer que habrá espacio para estas canciones, de guitarra sola a veces, de arreglos de cuerdas, acercamientos al son, al jazz; de versos de Martí y lo más tradicional haciendo alusión al hoy rotundo. Discos donde se logra sostener el encuentro con talentos como el de Raúl Verdecia o Emilio Vega. Quiero jurar que no porque haya escrito junto a Eduardo Sosa dos de los temas del disco me guíe solo la pasión. Escribo lo que me dicta el hecho de haber escuchado y sentir. Con toda la imparcialidad que puede aparecer tras el estremecimiento.
Si busca un fonograma para la ternura, el abrazo, la nostalgia, la adolescencia que irrumpe en la madurez y trastoca, el dolor derramado en algún verso, si busca un disco para repensar las finuras humanas es este. Eduardo Sosa desgrana su poética y recuerda que también está hecho de canción romántica, esa simiente que en Cuba es inevitable.
Pero el bardo no se detiene ahí, si abre hablando de la Virgen de la Caridad del Cobre cierra con Martí, se mezclan en el disco amor, patria, canción, de modo que hay en Allá voy un Sosa amoroso que no olvida, no puede, las trazas del país donde ha tenido la paz, el delirio, el dolor o el sobrecogedor abrazo de una muchacha.
Lo he dicho, ignoro la fecha en que se publicará el disco, tuve la suerte de escucharlo antes que otros. En la radio, quizá no lo coloquen todo lo que debieran. Yo le advierto que es una pieza digna de tener en los oídos y en el alma. Ya lo hice y al terminar estas letras siento el deseo de volver, casi sin remedio. Allá voy.
Allá voy se llama el fonograma, sin fecha conocida de presentación, con 12 tracks donde la canción amatoria es el hilo conductor, textos hermosos, cuidados, sin alardes, arropados con un formato pequeño pero efectivo.
Este disco es de alguna manera desquite. Eduardo Sosa, retoma viejos títulos: Acariciando vidrieras, Yo te encontré o Santiaguera y los recoloca, si estos temas grabados en 2001 sonaban algo aparatosos, con instrumentaciones y energías muy fuertes ahora se acomodan.
Eduardo Sosa, lo ha dicho:¨Siento que no tengo que demostrar nada, solo quiero compartir mis canciones¨. Y lo cumple.
Quizà el futuro sea para el trap y el reggaetón, yo tengo ganas de creer que habrá espacio para estas canciones, de guitarra sola a veces, de arreglos de cuerdas, acercamientos al son, al jazz; de versos de Martí y lo más tradicional haciendo alusión al hoy rotundo. Discos donde se logra sostener el encuentro con talentos como el de Raúl Verdecia o Emilio Vega. Quiero jurar que no porque haya escrito junto a Eduardo Sosa dos de los temas del disco me guíe solo la pasión. Escribo lo que me dicta el hecho de haber escuchado y sentir. Con toda la imparcialidad que puede aparecer tras el estremecimiento.
Si busca un fonograma para la ternura, el abrazo, la nostalgia, la adolescencia que irrumpe en la madurez y trastoca, el dolor derramado en algún verso, si busca un disco para repensar las finuras humanas es este. Eduardo Sosa desgrana su poética y recuerda que también está hecho de canción romántica, esa simiente que en Cuba es inevitable.
Pero el bardo no se detiene ahí, si abre hablando de la Virgen de la Caridad del Cobre cierra con Martí, se mezclan en el disco amor, patria, canción, de modo que hay en Allá voy un Sosa amoroso que no olvida, no puede, las trazas del país donde ha tenido la paz, el delirio, el dolor o el sobrecogedor abrazo de una muchacha.
Lo he dicho, ignoro la fecha en que se publicará el disco, tuve la suerte de escucharlo antes que otros. En la radio, quizá no lo coloquen todo lo que debieran. Yo le advierto que es una pieza digna de tener en los oídos y en el alma. Ya lo hice y al terminar estas letras siento el deseo de volver, casi sin remedio. Allá voy.
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