Por Aida Quintero Dip
Santiago de
Cuba, 12 jun.— Santiago de Cuba, de las siete primeras villas fundadas
por Diego Velázquez, en 1515, tan cubanísima como caribeña, hechiza a
los visitantes y a los que la habitan por sus tipologías
arquitectónicas, valores histórico-patrimoniales e idiosincrasia de su
gente.
No se equivocan quienes la consideran un
gran museo a cielo abierto, que aviva su acervo en cada época y cada
generación para otorgarle esa majestuosidad que la distingue y la honra.
La Patria la ha dignificado con sus condecoraciones más
altas: Título Honorífico de Héroe de la República de Cuba y la Orden
Antonio Maceo de las manos de Fidel.
Tierra “donde no hay una
piedra que no haya sido pedestal de un héroe”, conserva las
particularidades urbanísticas y arquitectónicas heredadas a través de
los años, una mezcla española, africana y francesa, con su casco
histórico de sitios y ambientes muy propios, de alto valor monumental.
Ahí
está el Castillo del Morro San Pedro de la Roca, Patrimonio de la
Humanidad, que integra un sistema de fortificaciones coloniales
alrededor de la bahía; su Ayuntamiento, uno de los primeros de América
emplazado por Hernán Cortés, donde Fidel y los barbudos rebeldes
anunciaron la libertad en 1959, e importantes museos como el Bacardí,
primero fundado en Cuba.
Cual reliquia de los que nacieron
después para perpetuar la epopeya está el Museo 26 de Julio, en el
antiguo Cuartel Moncada, convertido en una ciudad escolar donde aprenden
cada día cientos de niños de la enseñanza primaria.
Sitio muy
venerado: su cementerio Santa Ifigenia, Monumento Nacional, atesora los
restos del Héroe Nacional José Martí, de veteranos de la guerra
independentista, mártires de la gesta de 1953 en el Moncada, de la
clandestinidad y de toda la etapa de lucha insurreccional e
internacionalistas.
Y desde el cuatro de diciembre de 2016
creció la dimensión de este altar de la Patria, al guardar en un
monolito las cenizas del eterno líder de la Revolución cubana Fidel
Castro, para estar bien cerca de otros dos fundadores de la nación
cubana: Martí y Carlos Manuel de Céspedes.
Andar por su Plaza
de Marte, Parque Céspedes, Paseo Martí, Avenida de los Libertadores,
Plaza de la Revolución es beber de la savia de Antonio Maceo, Guillemón
Moncada, Mariana Grajales, Frank País y tantos otros que saludan desde
la heroicidad y la rebeldía.
La historia ya escribió su nombre
en el corazón de la tierra. Cantarle es poco, lo que hace falta es
quererla siempre y entregarle el sudor y la sangre cuando haga falta,
como dijo el poeta.
Porque Santiago no es sólo museos y
gloriosa historia, vibra al compás de estos tiempos, con sus puertas
siempre abiertas a la guitarra y sus casas que nunca se cerraron para
dar abrigo a los revolucionarios perseguidos por sus acciones
insurrectas.
Santiago es épica, una simbiosis de música, poesía
y leyenda que llegó plena, vigorosa, renovada a sus 500 años de
historia, en julio de 2015, dejando atrás las huellas del devastador
huracán Sandy, en octubre de 2012.
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