Santiago de Cuba, 14 abr.— Cuando a mediados de marzo de 1960 el entonces presidente norteamericano D. Eisenhower ordenó a la Agencia Central de Inteligencia organizar una fuerza paramilitar con el propósito de invadir a Cuba y derrocar la Revolución, a la CIA no le fue muy difícil cumplir esa misión,
pues allí mismo en Estados Unidos y
principalmente en Miami, disponía de lo más selecto de la gusanera
contrarrevolucionaria que a partir del primero de enero de 1959 buscó
refugio en ese país.
El reclutamiento por la CIA de su célebre Brigada 25 06 integrada por 1500 mercenarios se hizo sobre la base de que la invasión a Cuba sería un paseo y que en la isla el pueblo lo recibiría con los brazos abiertos como “defensores de la democracia” y “libertadores del comunismo”.
De los 1500 mercenarios reclutados por la CIA, 100 eran grandes latifundistas a los que la Revolución les había nacionalizado 27 556 caballerías de tierra; otros 67 eran propietarios de 9 666 edificios de apartamentos; 150 eran industriales que cuando estaban en Cuba poseían 70 grandes fábricas, 10 centrales azucareros tres bancos y cinco minas.
La lista de estos afortunados soldados de la Brigada mercenaria 25 06 se completa con 400 que eran dueños de pequeños negocios en la Isla; 194 eran ex militares del gobierno dictatorial de Fulgencio Batista, algunos de ellos con causas pendientes con la Revolución por crímenes cometidos contra el pueblo; en tanto que otros 112 individuos tenían pésimos antecedentes penales.
Con una fuerza así cuya ideología era el dinero, la Operación Pluto que así se denominó la invasión estaba desde sus inicios condenada al fracaso como sucedió realmente a partir del 17 de abril de 1969 cuando una vez derrotados todos confesaron que habían sido embarcados por la CIA y el imperio. ¿Acaso podían esperar otra cosa?
El reclutamiento por la CIA de su célebre Brigada 25 06 integrada por 1500 mercenarios se hizo sobre la base de que la invasión a Cuba sería un paseo y que en la isla el pueblo lo recibiría con los brazos abiertos como “defensores de la democracia” y “libertadores del comunismo”.
De los 1500 mercenarios reclutados por la CIA, 100 eran grandes latifundistas a los que la Revolución les había nacionalizado 27 556 caballerías de tierra; otros 67 eran propietarios de 9 666 edificios de apartamentos; 150 eran industriales que cuando estaban en Cuba poseían 70 grandes fábricas, 10 centrales azucareros tres bancos y cinco minas.
La lista de estos afortunados soldados de la Brigada mercenaria 25 06 se completa con 400 que eran dueños de pequeños negocios en la Isla; 194 eran ex militares del gobierno dictatorial de Fulgencio Batista, algunos de ellos con causas pendientes con la Revolución por crímenes cometidos contra el pueblo; en tanto que otros 112 individuos tenían pésimos antecedentes penales.
Con una fuerza así cuya ideología era el dinero, la Operación Pluto que así se denominó la invasión estaba desde sus inicios condenada al fracaso como sucedió realmente a partir del 17 de abril de 1969 cuando una vez derrotados todos confesaron que habían sido embarcados por la CIA y el imperio. ¿Acaso podían esperar otra cosa?
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