Santiago de Cuba, 19 mar.— Mi encuentro con él fue un hecho casual. De esas cosas raras, únicas y especiales que la vida te regala cuando sonríe, y no sabes a veces como reaccionar, qué decir o hacer. Piensas tanto que la mente se vuelve un enjambre de ideas. Titubié ante el resonar de su savia de buen comunicador, de persona humilde, sencilla.
Un encuentro en el pasillo y el temor de
intercambiar palabras con un terco enamorado de la poesía y la
existencia misma, provocó en mí la curiosidad de una colegiala. Una
petición a ultranza se convirtió en una enseñanza para los próximos años
de mi vida.
Una cabina de radio. Dos estudiantes inquietos. Confesiones, lágrimas, emociones, preguntas aguzadas, silencios.
Al final un premio donde el papel no importa, el mejor premio fue a la constancia moral de un oficio sin excusas ni pretextos.
Así llegó él a mi vida, a tantos momentos que lo menciono por algún que otro detalle siempre recurrente en mi mente.
Tocar a la gente con lo que dice y hace es precisamente el secreto de Reinaldo Cedeño Pineda en veinticinco años dedicados al ejercicio de esta profesión que, en ocasiones, se vuelve alfanje y savia para quienes lo desempeñamos.
El terco, como también se dice así mismo, no cree en tiempos desprendidos, en palabras caídas, en corazones aguijoneados, bien sabe de horas interminables esculpiendo letras que hacen rondas, llegan y se quedan quietas en algún resquicio de la conciencia.
Reinaldo, tal vez no lo imagine, pero he aprendido de él que el periodista deja el hueso en el papel y las vísceras en un teclado cuando las ideas reniegan a ser publicadas.
Su última entrega literaria “Ser periodista, ser quijote” de ediciones Claustrofobias, se presentó en la Universidad de Oriente como un regalo a los colegas del periodismo cubano y en homenaje al 70 aniversario de la casa de altos estudios del oriente del país.
Cincuenta y tres páginas digitales recogen en 5 capítulos las realidades del periodismo de hoy, sus flaquezas y perspectivas e invitan a la reflexión sobre la búsqueda de un mejor hacer, de un periodismo más próximo a la gente y sus contextos.
El arte de la entrevista y la crónica renacen, en medio de espacios virtuales y convencionales, en este texto como un regalo, una necesidad urgente.
Una cabina de radio. Dos estudiantes inquietos. Confesiones, lágrimas, emociones, preguntas aguzadas, silencios.
Al final un premio donde el papel no importa, el mejor premio fue a la constancia moral de un oficio sin excusas ni pretextos.
Así llegó él a mi vida, a tantos momentos que lo menciono por algún que otro detalle siempre recurrente en mi mente.
Tocar a la gente con lo que dice y hace es precisamente el secreto de Reinaldo Cedeño Pineda en veinticinco años dedicados al ejercicio de esta profesión que, en ocasiones, se vuelve alfanje y savia para quienes lo desempeñamos.
El terco, como también se dice así mismo, no cree en tiempos desprendidos, en palabras caídas, en corazones aguijoneados, bien sabe de horas interminables esculpiendo letras que hacen rondas, llegan y se quedan quietas en algún resquicio de la conciencia.
Reinaldo, tal vez no lo imagine, pero he aprendido de él que el periodista deja el hueso en el papel y las vísceras en un teclado cuando las ideas reniegan a ser publicadas.
Su última entrega literaria “Ser periodista, ser quijote” de ediciones Claustrofobias, se presentó en la Universidad de Oriente como un regalo a los colegas del periodismo cubano y en homenaje al 70 aniversario de la casa de altos estudios del oriente del país.
Cincuenta y tres páginas digitales recogen en 5 capítulos las realidades del periodismo de hoy, sus flaquezas y perspectivas e invitan a la reflexión sobre la búsqueda de un mejor hacer, de un periodismo más próximo a la gente y sus contextos.
El arte de la entrevista y la crónica renacen, en medio de espacios virtuales y convencionales, en este texto como un regalo, una necesidad urgente.
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