Santiago de Cuba, 8 mar.— Puede llamarse Rosa, Julia, Margarita, Adela, Mayra o sencillamente compañera, andan diseminadas por un país poniendo su granito de arena, fundando, haciendo y así te las encuentras en un campo de caña, en una consulta médica, dando clases frente a un aula, innovando en un laboratorio, escoba en manos barriendo las calles, como militares en puestos de la defensa, así son las mujeres cubanas.
En ese andar forjando, no pierden su
condición de madres, esposas, amigas, hermanas compañeras, entonces
ofrecen cariños, mimos, dan de comer a los críos, multiplican el amor y
su fuerza interior en el hogar, en su puesto de labor y sacan espacio
para lucir hermosas, no importa cuál sea la tarea del día, esas son las
mujeres cubanas.
En su dualidad como federadas y cederistas se encargan de embellecer el lugar de una asamblea de la comunidad, incluso pueden representarla como eficientes delegadas, con sus manos elaboran dulces y golosinas o tal vez la caldosa si hay que reforzar una mesa común para compartir una celebración, ellas llevan la delantera junto a sus hombres.
La herencia nos viene de siempre, desde Mariana, que se creció como leona en la manigua redentora junto a sus hijos por la libertad o como aquellas que en la lucha clandestina llenaron los falsos de sus sayas de volantes revolucionarios o la querida Celia que llevaba refuerzos a los rebeldes en la Sierra Maestra o aquellas mujeres que sin temor desafiaron a la dictadura en Santiago de Cuba cuando el asesinato de Frank País y vestidas de luto cantaron el himno nacional y les gritaron a los sicarios asesinos.
Razones sobradas que nos hacen crecer añadiendo aquellas que exponía Fidel desde el Primer Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas cuando dijo: "No solo es justo que la mujer tenga oportunidad de desarrollar su capacidad en beneficio de la sociedad, sino también es necesario para la sociedad que la mujer encuentre todas las posibilidades de desarrollar plenamente sus capacidades".
En su dualidad como federadas y cederistas se encargan de embellecer el lugar de una asamblea de la comunidad, incluso pueden representarla como eficientes delegadas, con sus manos elaboran dulces y golosinas o tal vez la caldosa si hay que reforzar una mesa común para compartir una celebración, ellas llevan la delantera junto a sus hombres.
La herencia nos viene de siempre, desde Mariana, que se creció como leona en la manigua redentora junto a sus hijos por la libertad o como aquellas que en la lucha clandestina llenaron los falsos de sus sayas de volantes revolucionarios o la querida Celia que llevaba refuerzos a los rebeldes en la Sierra Maestra o aquellas mujeres que sin temor desafiaron a la dictadura en Santiago de Cuba cuando el asesinato de Frank País y vestidas de luto cantaron el himno nacional y les gritaron a los sicarios asesinos.
Razones sobradas que nos hacen crecer añadiendo aquellas que exponía Fidel desde el Primer Congreso de la Federación de Mujeres Cubanas cuando dijo: "No solo es justo que la mujer tenga oportunidad de desarrollar su capacidad en beneficio de la sociedad, sino también es necesario para la sociedad que la mujer encuentre todas las posibilidades de desarrollar plenamente sus capacidades".
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