Santiago de Cuba, 15 ene.— Hace 83 años, el 15 de enero de 1934, la población cubana de entonces se conmocionó al conocer que el Coronel Fulgencio Batista Zaldívar, Jefe del Ejército Nacional, había depuesto mediante un golpe de estado al llamado Gobierno de los Cien Días, que presidía el Doctor Ramón Grau San Martín y que tenía como Ministro de Gobernación, equivalente hoy a Primer Ministro, al destacado revolucionario antimperialista Antonio Guiteras Holmes.
¿Por qué fue derrocado este gobierno
considerado como el más popular desde que se fundó la República? La
razón fue una: el día antes, 14 de enero, el Ministro de Gobernación
Guiteras había decretado la intervención de la Compañía cubana de
electricidad, que era subsidiaria de un consorcio transnacional de
Estados Unidos.
Ante tamaña afrenta contra el poderoso imperio del norte, Washington se comunicó con su embajador en La Habana, Summer Weller, para que le transmitiera al Coronel Batista la orden de acabar con ese gobierno por considerarlo oponente a los intereses norteamericanos.
Y claro está que el jefe del ejército, cumplió al dedillo la orden del Departamento de Estado de Washington porque el Coronel Batista no olvidaba que si él estaba en dicho cargo era porque contaba con el apoyo de Estados Unidos y por tanto, la orden del embajador yanqui valía más que la Constitución, el Presidente de la República y todo su gobierno.
El Gobierno de los Cien Días depuesto, emergido después del derrocamiento del tirano Gerardo Machado tenía en esos momentos un gran arraigo entre la población del país porque su Ministro de Gobernación, Antonio Guiteras, había decretado durante su estancia en el poder una serie de medidas populares que le ganaron el apoyo del pueblo.
Entre esas medidas pueden citarse, la implantación de la jornada laboral de ocho horas, la ley de maternidad de la mujer, jornada mínima, legalización de las organizaciones proletarias que habían sido prohibidas por el régimen de Machado, rebaja de la tarifa eléctrica y de gas así como la nacionalización de los centrales Chaparra y Delicias en el Oriente del país que eran propiedad de un consorcio norteamericano.
Ya el Coronel Fulgencio Batista, el imperialismo norteamericano y su representante en Cuba pasaron a la historia desde el primero de enero de 1959 donde un verdadero gobierno revolucionario tomó el poder.
Ante tamaña afrenta contra el poderoso imperio del norte, Washington se comunicó con su embajador en La Habana, Summer Weller, para que le transmitiera al Coronel Batista la orden de acabar con ese gobierno por considerarlo oponente a los intereses norteamericanos.
Y claro está que el jefe del ejército, cumplió al dedillo la orden del Departamento de Estado de Washington porque el Coronel Batista no olvidaba que si él estaba en dicho cargo era porque contaba con el apoyo de Estados Unidos y por tanto, la orden del embajador yanqui valía más que la Constitución, el Presidente de la República y todo su gobierno.
El Gobierno de los Cien Días depuesto, emergido después del derrocamiento del tirano Gerardo Machado tenía en esos momentos un gran arraigo entre la población del país porque su Ministro de Gobernación, Antonio Guiteras, había decretado durante su estancia en el poder una serie de medidas populares que le ganaron el apoyo del pueblo.
Entre esas medidas pueden citarse, la implantación de la jornada laboral de ocho horas, la ley de maternidad de la mujer, jornada mínima, legalización de las organizaciones proletarias que habían sido prohibidas por el régimen de Machado, rebaja de la tarifa eléctrica y de gas así como la nacionalización de los centrales Chaparra y Delicias en el Oriente del país que eran propiedad de un consorcio norteamericano.
Ya el Coronel Fulgencio Batista, el imperialismo norteamericano y su representante en Cuba pasaron a la historia desde el primero de enero de 1959 donde un verdadero gobierno revolucionario tomó el poder.
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