Santiago de Cuba, 20 ago.— La casa de calle H no. 60 del reparto Sueño de esta ciudad, sigue con sus recuerdos y los moradores aún conservan los momentos que el destacado coreógrafo Jorge Lefebre se reencontró con el sitio exacto donde nació. “No hay olvido, dijo, esta habitación fue el primer refugio de mi infancia”.
Los vecinos más antiguos de la barriada
recuerdan con cariño a Pachicho como le apodaban de niño y jovencito.
Así testimonian Esperanza Quintana y Ricardo López; de familia muy
humilde, la madre se dedicaba a la costura para el principal sustento de
la casa; su paso para la capital cubana fue con mucho sacrificio y tuvo
que retornar a su ciudad de donde logró viajar a Estados Unidos con
ayuda de amigos, entre ellos, la conocida pianista Dulce María Serret.
El destacado santiaguero corrió mundo y en muchos escenarios demostró su talento hasta la hora de volver a su tierra; era una deuda con los coterráneos que lo admiraban y amaban entrañablemente… Y su viaje, en el que sembró la simiente para la creación del Ballet Santiago, era su adiós definitivo. Corrían los años 80 del siglo XX cuando regresó con un mundo de sueños por realizar; la ciudad le brindó lo que quiso: un mestizaje de lo clásico con lo afrocubano.
¿Dónde podría encontrar la fusión exacta para un ballet?.
Se facturó el proyecto de un documental que ha permanecido trunco; el realizador también desapareció físicamente, queda su guionista, quien busca incesantemente los vestigios de imágenes e información que un día compiló. Las obras “Ercilí” y “Consagración” se conservaban en los archivos de Tele Turquino. Ellas hablaban de la unión apasionada con el Ballet Real de Wallonie de Bélgica, el Ballet de Camagüey, alumnos de la escuela vocacional de Arte José María Heredia de la provincia y los conjuntos, Folclórico de Oriente y Cutumba.
Los estrenos fueron en el Teatro Oriente en 1988, todo un acontecimiento; el destacado coreógrafo vivió momentos únicos en su corta estancia pero intensa de trabajo con sus coterráneos… Disfrutó como nadie ese año del Festival del Caribe, del andar ondulante de los hijos de esta ciudad, de su música, costumbres y haceres.
Parecía que Santiago de Cuba le daba a conocer todo lo que no vivió en su ausencia… En 1990 desapareció un día hasta que los medios de difusión publicaron la noticia: Jorge Lefebre ha muerto aquejado de una grave dolencia, en Charleroi (Bélgica) el 15 de mayo de 1990… Lefebre dirigía el Royal Ballet de Wallonie, en Bélgica hasta el mismo instante de su desaparición física.
En distintos páginas virtuales se relata muy escuetamente su trayectoria: “es un artista que desarrolló su obra lejos de Cuba y dentro de las concepciones más contemporáneas del ballet por lo que no fue muy representado por el Ballet Nacional de Cuba, apegado a la tradición clásica de su directora Alicia Alonso.
A pesar de ello mantuvo un nexo con la cultura cubana, al igual que su esposa Menia Martínez. Lo primero que le montó el Ballet Nacional de Cuba fue “Edipo Rey” (1970), aunque también se bailaron sus obras en el de Camagüey y la compañía de Danza Contemporánea.
En 1971 estrenó con el Ballet Siglo XX de Bejart, “La sinfonía del Nuevo Mundo”, a la que siguieron “Salomé” (1975), “Yagruma” (1975), “El pájaro de fuego” (1976), “La noche de los mayas” (1976), “Diálogo y encuentro” (1978) y “La Caza” (1979).
En Lefrebre está muy presente el acento negro de la cultura cubana, tanto en el modo de bailar como en los temas que escoge, poniendo a dialogar la mitología clásica con la de su mundo afrocubano.
Actualmente la ciudad exhibe el proyecto danzario infantil y juvenil Jorge Lefebre, dirigido por la destacada profesora y promotora cultural Tania Bell Mosqueda, quien rinde tributo a un santiaguero grande del arte, nacido el 24 de marzo de 1936 en una morada que aún permanece como un tierno testigo de una vida. Y por supuesto, los noveles bailarines que llevan su nombre para que perdure por siempre.
El destacado santiaguero corrió mundo y en muchos escenarios demostró su talento hasta la hora de volver a su tierra; era una deuda con los coterráneos que lo admiraban y amaban entrañablemente… Y su viaje, en el que sembró la simiente para la creación del Ballet Santiago, era su adiós definitivo. Corrían los años 80 del siglo XX cuando regresó con un mundo de sueños por realizar; la ciudad le brindó lo que quiso: un mestizaje de lo clásico con lo afrocubano.
¿Dónde podría encontrar la fusión exacta para un ballet?.
Se facturó el proyecto de un documental que ha permanecido trunco; el realizador también desapareció físicamente, queda su guionista, quien busca incesantemente los vestigios de imágenes e información que un día compiló. Las obras “Ercilí” y “Consagración” se conservaban en los archivos de Tele Turquino. Ellas hablaban de la unión apasionada con el Ballet Real de Wallonie de Bélgica, el Ballet de Camagüey, alumnos de la escuela vocacional de Arte José María Heredia de la provincia y los conjuntos, Folclórico de Oriente y Cutumba.
Los estrenos fueron en el Teatro Oriente en 1988, todo un acontecimiento; el destacado coreógrafo vivió momentos únicos en su corta estancia pero intensa de trabajo con sus coterráneos… Disfrutó como nadie ese año del Festival del Caribe, del andar ondulante de los hijos de esta ciudad, de su música, costumbres y haceres.
Parecía que Santiago de Cuba le daba a conocer todo lo que no vivió en su ausencia… En 1990 desapareció un día hasta que los medios de difusión publicaron la noticia: Jorge Lefebre ha muerto aquejado de una grave dolencia, en Charleroi (Bélgica) el 15 de mayo de 1990… Lefebre dirigía el Royal Ballet de Wallonie, en Bélgica hasta el mismo instante de su desaparición física.
En distintos páginas virtuales se relata muy escuetamente su trayectoria: “es un artista que desarrolló su obra lejos de Cuba y dentro de las concepciones más contemporáneas del ballet por lo que no fue muy representado por el Ballet Nacional de Cuba, apegado a la tradición clásica de su directora Alicia Alonso.
A pesar de ello mantuvo un nexo con la cultura cubana, al igual que su esposa Menia Martínez. Lo primero que le montó el Ballet Nacional de Cuba fue “Edipo Rey” (1970), aunque también se bailaron sus obras en el de Camagüey y la compañía de Danza Contemporánea.
En 1971 estrenó con el Ballet Siglo XX de Bejart, “La sinfonía del Nuevo Mundo”, a la que siguieron “Salomé” (1975), “Yagruma” (1975), “El pájaro de fuego” (1976), “La noche de los mayas” (1976), “Diálogo y encuentro” (1978) y “La Caza” (1979).
En Lefrebre está muy presente el acento negro de la cultura cubana, tanto en el modo de bailar como en los temas que escoge, poniendo a dialogar la mitología clásica con la de su mundo afrocubano.
Actualmente la ciudad exhibe el proyecto danzario infantil y juvenil Jorge Lefebre, dirigido por la destacada profesora y promotora cultural Tania Bell Mosqueda, quien rinde tributo a un santiaguero grande del arte, nacido el 24 de marzo de 1936 en una morada que aún permanece como un tierno testigo de una vida. Y por supuesto, los noveles bailarines que llevan su nombre para que perdure por siempre.
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