Por Armando Fernández Martí
Santiago de Cuba, 14 jun.— Las historias de los pueblos tienen muchas fechas coincidentes. El 14 de junio es una de ellas. Un día como este, en 1845, nació en Santiago de Cuba, Antonio Maceo Grajales. Ochenta y tres años después, en 1928, nació en Rosario, Argentina, Ernesto Guevara de la Serna.
Santiago de Cuba, 14 jun.— Las historias de los pueblos tienen muchas fechas coincidentes. El 14 de junio es una de ellas. Un día como este, en 1845, nació en Santiago de Cuba, Antonio Maceo Grajales. Ochenta y tres años después, en 1928, nació en Rosario, Argentina, Ernesto Guevara de la Serna.
Antonio y Ernesto pudieron haber sido dos nombres más, entre los tantos que, casualmente, nacieron un 14 de junio.
Pero Antonio y Ernesto, además de sus apellidos, Maceo y Guevara, tuvieron una virtud común que les distinguió de los demás hombres: su grandeza.
Y la grandeza no es casual, ni coincidente, ni se inscribe en los registros de nacimientos, ni se aprende en las escuelas, ni se adquiere con un título de cualquier tipo de enseñanza.
La grandeza es una virtud que se nace con ella, crece y se forja en la cotidianidad, se desarrolla en la acción, madura con el pensamiento y al final, son los pueblos quienes la elevan a su máxima expresión, para convertir a los hombres en sus héroes.
Antonio Maceo y Ernesto Guevara nacieron con esa virtud y por ello, son nuestros héroes, condición que fue ganada en la lucha común por la justicia.
Con el machete o con el fusil, en el combate duro y difícil de cada día, en la manigua, en el llano, en la Sierra o en la Selva, Antonio y Ernesto se forjaron en el bronce común de los titanes, para entregarle a su pueblo el fuego de la libertad.
Y ese fuego arde todavía en cada amanecer cubano, atizonado por el ejemplo de sus acciones, alentado por la racha huracanada de sus vidas, como si cada día, un nuevo 14 de junio los viera nacer, en Santiago o en Rosario, no importa el lugar, por aquí o allá, en todo el mundo serán recordados en esta fecha como lo que son: Héroes de la independencia de Cuba y América.
Pero Antonio y Ernesto, además de sus apellidos, Maceo y Guevara, tuvieron una virtud común que les distinguió de los demás hombres: su grandeza.
Y la grandeza no es casual, ni coincidente, ni se inscribe en los registros de nacimientos, ni se aprende en las escuelas, ni se adquiere con un título de cualquier tipo de enseñanza.
La grandeza es una virtud que se nace con ella, crece y se forja en la cotidianidad, se desarrolla en la acción, madura con el pensamiento y al final, son los pueblos quienes la elevan a su máxima expresión, para convertir a los hombres en sus héroes.
Antonio Maceo y Ernesto Guevara nacieron con esa virtud y por ello, son nuestros héroes, condición que fue ganada en la lucha común por la justicia.
Con el machete o con el fusil, en el combate duro y difícil de cada día, en la manigua, en el llano, en la Sierra o en la Selva, Antonio y Ernesto se forjaron en el bronce común de los titanes, para entregarle a su pueblo el fuego de la libertad.
Y ese fuego arde todavía en cada amanecer cubano, atizonado por el ejemplo de sus acciones, alentado por la racha huracanada de sus vidas, como si cada día, un nuevo 14 de junio los viera nacer, en Santiago o en Rosario, no importa el lugar, por aquí o allá, en todo el mundo serán recordados en esta fecha como lo que son: Héroes de la independencia de Cuba y América.
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