Por Noris Rosado Figueredo
Santiago de Cuba, 11 jun.— Aunque el curso 2015-2016, está pronto a concluir, no podía dejar de hablar de “Mustafito” y su maestra ambulatoria Sara Esther Pérez Torres. Hace aproximadamente un año, Gilberto Gómez Galán, que es el verdadero nombre del niño, fue diagnosticado con un Linfoma de Hodgkin.
Santiago de Cuba, 11 jun.— Aunque el curso 2015-2016, está pronto a concluir, no podía dejar de hablar de “Mustafito” y su maestra ambulatoria Sara Esther Pérez Torres. Hace aproximadamente un año, Gilberto Gómez Galán, que es el verdadero nombre del niño, fue diagnosticado con un Linfoma de Hodgkin.
Esto representó que el pequeño de 9 años
no podría exponerse al sol ni a las aglomeraciones de personas. En fin,
que no podía continuar en su escuela Hermanos Marañón de Santiago de
Cuba.
Entonces, a través de la gestión de Zulema, la madre, la dirección de Educación, le asignó una maestra, que dos veces a la semana, acude a la casa de Mustafito, para impartirle las clases de cuarto grado.
Para Sara Esther, esta es una profesión de amor y de mucha dedicación. Hace 5 años que desarrolla esa labor tan sensible. Además de enseñar a sus alumnos, ella se vincula con la comunidad y busca solución a cualquier situación que puedan tener sus discípulos.
Actualmente ella atiende a otros dos niños, Gabriela Miclín, del poblado de El Caney, quien padece de un Mielomeningoceles, y está en quinto grado y a Dunis Alvaro Cordiés Rivera, cardiópata severo, con hipertensión pulmonar, que vive en el Centro Urbano Abel Santamaría, también alejado de la ciudad de Santiago de Cuba.
Sara Esther, sus alumnos y las familias, han estrechado los lazos y comparten inquietudes y satisfacciones. Esto es una muestra de que en Cuba, nadie está abandonado, y menos, aún los pequeños príncipes, como los calificó el Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
Esta maestra con sus muchachos, son sólo un ejemplo de las tantas bondades de la Revolución Cubana.
Entonces, a través de la gestión de Zulema, la madre, la dirección de Educación, le asignó una maestra, que dos veces a la semana, acude a la casa de Mustafito, para impartirle las clases de cuarto grado.
Para Sara Esther, esta es una profesión de amor y de mucha dedicación. Hace 5 años que desarrolla esa labor tan sensible. Además de enseñar a sus alumnos, ella se vincula con la comunidad y busca solución a cualquier situación que puedan tener sus discípulos.
Actualmente ella atiende a otros dos niños, Gabriela Miclín, del poblado de El Caney, quien padece de un Mielomeningoceles, y está en quinto grado y a Dunis Alvaro Cordiés Rivera, cardiópata severo, con hipertensión pulmonar, que vive en el Centro Urbano Abel Santamaría, también alejado de la ciudad de Santiago de Cuba.
Sara Esther, sus alumnos y las familias, han estrechado los lazos y comparten inquietudes y satisfacciones. Esto es una muestra de que en Cuba, nadie está abandonado, y menos, aún los pequeños príncipes, como los calificó el Héroe Nacional de Cuba, José Martí.
Esta maestra con sus muchachos, son sólo un ejemplo de las tantas bondades de la Revolución Cubana.
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