Plaza de la revolución

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sábado, 4 de junio de 2016

"Juntos podemos": una experiencia exitosa contra el mosquito


brigada de niñosPor Odette Elena Ramos Colás

Santiago de Cuba, 4 jun.— Muchas han sido las lecciones que dejó la implementación de la Operación Salud en Santiago de Cuba. Por un lado, permitió reafirmar la idea de que en la unión está la fuerza; y por otro, posibilitó la puesta en marcha de iniciativas novedosas en pro del bienestar general, y en particular, con el fin de eliminar al Aedes aegypti.

Precisamente, una de las buenas experiencias que combinó en el trabajo cohesión e iniciativa fue, sin dudas, “Juntos Podemos”, una brigada de niños y adolescentes liderada por la Dra. de la familia María de los Ángeles Molina, del consultorio #12, ubicado en Micro 2, reparto Abel Santamaría. Que hablen los protagonistas:

“La llamada estrategia contra el mosquito, representó para los profesionales de la salud pública un gran aprieto. Teníamos que comenzar a trabajar y terminar con el vector en tiempo récord para evitar que siguiera la transmisión de dengue, y para que no llegara y se propagara en el territorio el virus del zika.

“Entonces, un día mientras bajaba la lomita de micro 3, pensé en crear un pequeño ejército con mis niños de la comunidad. Cuando llegué a la casa, que está arriba del consultorio, decidí empezarlos a llamar. Les dije que teníamos que trabajar todos por la salud de todos y que necesitaba su ayuda porque sola no iba a poder. Hice un pequeño listado y empezamos con esa tarea de forma inmediata.

“El trabajo comunitario es muy importante, ya yo llevo 28 años aquí en la zona y he tenido una ayuda enorme. A mí me oyen mucho mis pacientes, porque niños contra el mosquitoindependientemente de los años, la relación que he establecido con ellos es casi familiar. Por eso pude contar con su apoyo.

“Recuerdo que empezamos con alrededor de 18 niños y llegamos a tener 44. Trabajábamos hasta muy tarde en la noche, después de que yo bajaba del puesto de mando, cinco o seis de la tarde, algunas veces hasta las siete; pero así se hizo el trabajo en un breve tiempo”, explicó la Dra. María, como le llaman los vecinos.

“Primero, nos mandaron a recoger pomitos de refresco que teníamos que lavar, luego en el consultorio con la ayuda del esposo de la doctora creamos ponchadores para abrirles los hoyitos, le echábamos el abate y los repartíamos. Eso los hacíamos casi todos los días: los fines de semana por la mañana, y los días de escuela por la tarde”, dijo Rudisnel

Maikel Torres de 13 años, alumno de la Secundaria Básica (S/B) José Dessi, comentó también: “Nosotros en este tiempo también preguntábamos a las personas en las casas si se sentían enfermos, si alguien tenía diarrea, vómitos o fiebre, si ya tenían el abate en los tanques. Además, hicimos guardia vieja alrededor de los edificios y lo hemos pasado bien”.

Por otra parte, Katerine Urgellés Adame de la misma edad, pero de la S/B Abel Santamaría, expresó: “Nosotros hacemos pesquisaje, damos orientaciones sobre los mosquitos, avisábamos cuando iba el fumigador, repartíamos unos papelitos por casas, para que las personas vieran la información sobre el Aedes aegypti, y como evitarlo…

“Y cada vez que veíamos alguna casa que no tenía los contenedores, se los dábamos para que los pusieran en los tanques y todos los días los revisábamos. Creo que lo que hicimos fue muy bueno porque le sirvió a la comunidad para aprender mejor cómo cuidarnos y para evitar que ocurran enfermedades”.

Mientras que Milenis Rodríguez Montenegro de solo cinco añitos, quien dijo no tener escuela todavía, afirmó: “Yo también iba por las casas y repartía pomitos, y entregábamos papelitos, decíamos que pusieran su nombre y la firma, preguntábamos cuantos tanques tienen, si hay abate… Me gustó mucho, y me dieron un brazalete”.

Al respecto, la doctora María de los Ángeles, argumentó: “La idea de los brazaletes surgió porque yo tenía que provocar en ellos el deseo de trabajar. Hablé con una amiga de la comunidad y allí se empezaron a hacer: blancos y con una cruz roja, para incentivarlos y que se sintieran realmente parte de todo este proceso, y a ellos les encantó la idea.

“Fueron casi tres meses, llevando a cabo esta tarea, y no es fácil mantener una tropa de niños y adolescentes durante tanto tiempo, y lograr que vengan de forma obediente incluso los fines de semana. Por eso los organizamos en equipos, los más grandecitos eran dueños de los más pequeños, porque me percaté de que, a pesar de su corta edad, estos últimos también podían hacer mucho.

“Creamos volantes y otros mecanismos para que ellos pudieran explicar todo a la comunidad. Por equipos les daba las advertencias sanitarias, les organizamos el trabajo. A los grandes los ponía a dar charlas educativas y los chiquitos leían las advertencias. Cada día le dábamos la responsabilidad a uno distinto por cada equipo y se sentían motivados, porque el niño necesita que le consideren importante.

“No puedo decir que no pasé mi poquito de trabajo, porque tener dominio de tantos muchachos de tan diversas edades es difícil, pero lo más importante es que se hizo el trabajo, y además de bien, me siento muy cómoda con ellos, porque si algo tienen los niños es que no te exigen nada y te lo dan todo.

“A veces me preguntaba cuándo hacía las labores de casa, porque venían y yo estaba consultando, o si los soltaban temprano en la escuela me iban a buscar para empezar a pesquisar. Yo llegaba algunas veces muy cansada del puesto de mando, pero qué va, ya los tenía a todos sentaditos en la escalera, esperándome, casi me obligaban a trabajar. Me gustó como se dieron las cosas y estoy segura de que esta no va a ser la última tarea que se les dé a ellos”.

“El trabajo además de ser bueno, fue muy educativo fundamentalmente para las nuevas generaciones, porque ya desde pequeños conocen respecto a la existencia de un mosquito que quiere acabar con el mundo, van adquiriendo conciencia y te explican cómo se deben hacer las cosas con su manera sencilla de decir. En la casa ellos se ponen también a mirar si hay algún mosquito, y empiezan a insistir en que hay que revisar los tanques”, dijo Gladis María Ibarra Veranes, abuela de Milenis.

Mercedes Cutiño, abuela de Katerine, también expuso sus ideas: “Este proyecto de la doctora ha sido muy inteligente, y digo esto, porque ocupa a los niños en una actividad productiva en sus ratos libres, los sensibiliza y los enseña desde que hay que desbaratar una cáscara de huevo, hasta la necesidad de hacer el autofocal; los prepara para estar en la comunidad, y para tratar con las personas y vecinos de la zona.

“Pero además de eso, lo que más me gusta es que hace un trabajo educativo-preventivo. Les habla sobre la pubertad, sobre la higiene que deben mantener, la actitud y el comportamiento en la comunidad, les habla del medio ambiente. Ya todo el mundo respeta a los niños, les abren las puertas, los atienden, les contestan, los escuchan… porque realmente lo hacen muy bien”.

Queda todavía mucho por decir sobre la labor maravillosa de la Dra. María y su tropa, pero con sus propias palabras lo más importante es que “no tuvimos casos ingresados, y no creo que sea factor suerte, pienso que es factor trabajo. Por eso les agradezco mucho a ellos, porque su ayuda fue invaluable en esta tarea”.

Sea pues este trabajo, un reconocimiento a la labor de los técnicos y profesionales de la salud vinculados a este consultorio, fundamentalmente a la Dra. María de los Ángeles y a su destacamento “Juntos podemos”. Ojalá que esta experiencia sirva de ejemplo a otras comunidades santiagueras y de todo el país.

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