Por Claudia González Catalán
Santiago de Cuba, 6 mar.— Antiguos inmuebles de la Calle gallo acogen desde hace 12 años la Escuela Taller Ugo Luisi, perteneciente a la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba. Cerca de 150 jóvenes estudian aquí cada año especialidades de restauración que devuelven la vitalidad a instalaciones emblemáticas de esta urbe centenaria.
Santiago de Cuba, 6 mar.— Antiguos inmuebles de la Calle gallo acogen desde hace 12 años la Escuela Taller Ugo Luisi, perteneciente a la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba. Cerca de 150 jóvenes estudian aquí cada año especialidades de restauración que devuelven la vitalidad a instalaciones emblemáticas de esta urbe centenaria.
Tras
un proceso de selección, jóvenes entre 18 y 25 años, aprenden durante
dos cursos carpintería, albañilería y decorado, plomería, herrería y
hojalatería, electricidad y arqueología, oficios aparentemente olvidados
que rescatan algo más que el patrimonio arquitectónico.
“En principio, nosotros somos formadores sociales – nos dice con orgullo Osvaldo Pérez Bell, director en funciones de la institución-. Esta escuela se nutre de jóvenes desvinculados, jóvenes que han pasado tiempo sin estudiar.”
Manuel Alejandro Vázquez Fuentes, estudiante de plomería, así lo confirma: “Aquí no solo aprendemos el oficio.
También nos enseñan a ser mejor persona, ya que nos enseñan a relacionarnos bien con otras personas, con los mismos profesores, con los estudiantes, con la sociedad.”
Muchas historias hay detrás de las motivaciones de estos muchachos para ingresar en la escuela, pero todas tienen algún noble principio.
Saraydis Miranda Armiñán, estudiante de primer año de albañilería-decorado, decidió estudiar aquí porque le gustaba la especialidad y hoy ha afirmado su propósito: “Es una ventaja que las mujeres también podamos restaurar un patrimonio de la sociedad. Es un trabajo difícil, pero las mujeres siempre podemos.”
Pero esta escuela multiplica sus muros y lleva la enseñanza a cuestas para “aprender haciendo”. Pérez Bell nos lo explica desde su experiencia: “Se ve dondequiera que nosotros interactuamos. Por ejemplo, en las obras del 500, que fueron obras muy medulares. Es el caso de la Sala de Artes Decorativas, un lugar emblemático de Santiago de Cuba.
Era la primera vez que los estudiantes se enfrentaban a un trabajo así y ellos nos preguntaban si tenían la capacidad para llegar a hacerlo y nosotros le decíamos que sí y ahí está el principio de “aprender haciendo.”
El antiguo Club San Carlos, que alberga el salón barroco más importante de la Villa, o la farmacia Bottino, primer edificio electrificado de la ciudad, que retoma sus servicios de medicamentos homeopáticos como en el siglo XIX, son muestras evidentes.
Esta última, aún en ejecución, le ha dado gratas sorpresas a Ramón Machado Vargas, maestro de restauración de la OCC con amplia experiencia y profesor de la Escuela Taller Ugo Luisi: “Esta obra, al principio, cuando yo entré en ella, pensé que nunca iba a lograr el objetivo que tiene, de devolverle la vida. Pero el interés puesto por los alumnos que tengo ha sido tan grande que hoy puedo ver el gran adelanto que tiene la obra. Ya una gran parte de la restauración está hecha, sobre todo la cubierta y se va avanzando en el entrepiso… y me siento orgulloso.”
2016 promete ser otro año importante para la preservación de los valores patrimoniales de la séptima villa. La Oficina del Conservador de la Ciudad apuesta cada día por estos muchachos para reconstruir el pasado desde el futuro.
“En principio, nosotros somos formadores sociales – nos dice con orgullo Osvaldo Pérez Bell, director en funciones de la institución-. Esta escuela se nutre de jóvenes desvinculados, jóvenes que han pasado tiempo sin estudiar.”
Manuel Alejandro Vázquez Fuentes, estudiante de plomería, así lo confirma: “Aquí no solo aprendemos el oficio.
También nos enseñan a ser mejor persona, ya que nos enseñan a relacionarnos bien con otras personas, con los mismos profesores, con los estudiantes, con la sociedad.”
Muchas historias hay detrás de las motivaciones de estos muchachos para ingresar en la escuela, pero todas tienen algún noble principio.
Saraydis Miranda Armiñán, estudiante de primer año de albañilería-decorado, decidió estudiar aquí porque le gustaba la especialidad y hoy ha afirmado su propósito: “Es una ventaja que las mujeres también podamos restaurar un patrimonio de la sociedad. Es un trabajo difícil, pero las mujeres siempre podemos.”
Pero esta escuela multiplica sus muros y lleva la enseñanza a cuestas para “aprender haciendo”. Pérez Bell nos lo explica desde su experiencia: “Se ve dondequiera que nosotros interactuamos. Por ejemplo, en las obras del 500, que fueron obras muy medulares. Es el caso de la Sala de Artes Decorativas, un lugar emblemático de Santiago de Cuba.
Era la primera vez que los estudiantes se enfrentaban a un trabajo así y ellos nos preguntaban si tenían la capacidad para llegar a hacerlo y nosotros le decíamos que sí y ahí está el principio de “aprender haciendo.”
El antiguo Club San Carlos, que alberga el salón barroco más importante de la Villa, o la farmacia Bottino, primer edificio electrificado de la ciudad, que retoma sus servicios de medicamentos homeopáticos como en el siglo XIX, son muestras evidentes.
Esta última, aún en ejecución, le ha dado gratas sorpresas a Ramón Machado Vargas, maestro de restauración de la OCC con amplia experiencia y profesor de la Escuela Taller Ugo Luisi: “Esta obra, al principio, cuando yo entré en ella, pensé que nunca iba a lograr el objetivo que tiene, de devolverle la vida. Pero el interés puesto por los alumnos que tengo ha sido tan grande que hoy puedo ver el gran adelanto que tiene la obra. Ya una gran parte de la restauración está hecha, sobre todo la cubierta y se va avanzando en el entrepiso… y me siento orgulloso.”
2016 promete ser otro año importante para la preservación de los valores patrimoniales de la séptima villa. La Oficina del Conservador de la Ciudad apuesta cada día por estos muchachos para reconstruir el pasado desde el futuro.
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