Por Rosalina Tamayo Arañó
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 13 ene.— Hace tiempo quería compartir esta historia, pero no me decidía, entonces la televisión cubana publicó “Las primeras Makarenkos”, un documental que nos descubre la historia de esas jóvenes que tuvieron una formación pedagógica muy estricta que les enseñó un nivel de exigencia que las distinguió para toda la vida.
Palma Soriano, Santiago de Cuba, 13 ene.— Hace tiempo quería compartir esta historia, pero no me decidía, entonces la televisión cubana publicó “Las primeras Makarenkos”, un documental que nos descubre la historia de esas jóvenes que tuvieron una formación pedagógica muy estricta que les enseñó un nivel de exigencia que las distinguió para toda la vida.
Así tuve una idea más clara del cuidado
con que mi madre guarda tres libros que ya están grises por el paso del
tiempo que en su carátula se lee el nombre del pedagogo ruso y su
orgullo al decir “que ella es una Makarenko.”
Esperanza Arañó Chacón, era una guajirita del Descanso, que con 6to grado se incorporó a la convocatoria de pasar un curso de maestro primario en San Lorenzo, en la Sierra Maestra donde estuvo por dos años.
El tercero y cuarto curso lo realizó en Tope de Collante y el quinto en Tarará, formando parte de las “primeras alumnas” de las “primeras maestras Makarenkos” que se formaron en Cuba.
Realizaba práctica en el Diezmero, San Miguel del Padrón, en la escuela “Luis A Carbó”, donde perfeccionaba los conocimientos aprendidos. Formó parte de la primera graduación del Instituto Makarenko como maestro primario en 1975.
Por sus resultados fue seleccionada para impartir clases en Minas de Frío que constituía en el primer año de la escuela formadora para maestro, estuvo allí por dos cursos y a continuación se incorporó en la secundaria Turcios Lima de Palma soriano, por 5 cursos en la que se desempeñó como profesora de matemáticas.
Sus alumnos a pesar de los años la descubren detrás de sus canas y me comentan que era buena impartiendo sus clases y muy exigente, con picardía ella sonríe y me dice “eso viene de las Makarenkos”.
Hoy en día es quien repasa a mi hija, no ha olvidado ningún contenido y con seguridad me afirma “que pueden cambiar los métodos, pero la matemática siempre es la misma”.
A mí me motivaba en cada paseo a prestar atención para luego poder escribir composiciones con muchas palabras, uñas limpias y ropa sencilla pero bien arreglada, no faltaban sus observaciones y su apoyo para mi participación en las más diversas actividades extracurriculares, lo que me hizo una alumna integral en cada nivel de enseñanza.
Me enseñó a cultivar la amistad, a comportarme correctamente, no olvido su exigencia de “cuidar la risa cuando salía en grupo”. Soy Licenciada en Educación Especial y todo el tiempo su asesoría, su preocupación y velando por mi disciplina como trabajadora hicieron mi trabajo exitoso.
Cada día recibo sus lecciones a pesar de mis años y por esas vueltas que da la vida hoy me desempeño como periodista y aprovecho esta ocasión para compartir con ustedes el orgullo de tener una Makarenko en casa, sin embargo más que un homenaje a ella, que estas líneas sirvan para resaltar la admiración de todos los que hemos tenido a posibilidad de conocer a las Makarenkos.
Esperanza Arañó Chacón, era una guajirita del Descanso, que con 6to grado se incorporó a la convocatoria de pasar un curso de maestro primario en San Lorenzo, en la Sierra Maestra donde estuvo por dos años.
El tercero y cuarto curso lo realizó en Tope de Collante y el quinto en Tarará, formando parte de las “primeras alumnas” de las “primeras maestras Makarenkos” que se formaron en Cuba.
Realizaba práctica en el Diezmero, San Miguel del Padrón, en la escuela “Luis A Carbó”, donde perfeccionaba los conocimientos aprendidos. Formó parte de la primera graduación del Instituto Makarenko como maestro primario en 1975.
Por sus resultados fue seleccionada para impartir clases en Minas de Frío que constituía en el primer año de la escuela formadora para maestro, estuvo allí por dos cursos y a continuación se incorporó en la secundaria Turcios Lima de Palma soriano, por 5 cursos en la que se desempeñó como profesora de matemáticas.
Sus alumnos a pesar de los años la descubren detrás de sus canas y me comentan que era buena impartiendo sus clases y muy exigente, con picardía ella sonríe y me dice “eso viene de las Makarenkos”.
Hoy en día es quien repasa a mi hija, no ha olvidado ningún contenido y con seguridad me afirma “que pueden cambiar los métodos, pero la matemática siempre es la misma”.
A mí me motivaba en cada paseo a prestar atención para luego poder escribir composiciones con muchas palabras, uñas limpias y ropa sencilla pero bien arreglada, no faltaban sus observaciones y su apoyo para mi participación en las más diversas actividades extracurriculares, lo que me hizo una alumna integral en cada nivel de enseñanza.
Me enseñó a cultivar la amistad, a comportarme correctamente, no olvido su exigencia de “cuidar la risa cuando salía en grupo”. Soy Licenciada en Educación Especial y todo el tiempo su asesoría, su preocupación y velando por mi disciplina como trabajadora hicieron mi trabajo exitoso.
Cada día recibo sus lecciones a pesar de mis años y por esas vueltas que da la vida hoy me desempeño como periodista y aprovecho esta ocasión para compartir con ustedes el orgullo de tener una Makarenko en casa, sin embargo más que un homenaje a ella, que estas líneas sirvan para resaltar la admiración de todos los que hemos tenido a posibilidad de conocer a las Makarenkos.
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