Por Claudia González Catalán
Santiago de Cuba, 29 ene.— Caminar por Santiago de Cuba en estos días es una invitación a escuchar. Por todas partes una historia de solidaridad se mezcla con el recuento de las últimas noticias.
Santiago de Cuba, 29 ene.— Caminar por Santiago de Cuba en estos días es una invitación a escuchar. Por todas partes una historia de solidaridad se mezcla con el recuento de las últimas noticias.
Carlos
Miguel Quintana no recuerda haber vivido una situación como esta, pero
afirma no tener miedo. Una razón lo reconforta: "Santiago, donde yo
vivo, donde estoy, se caracteriza por mucha solidaridad. Eso está
probado. La gente se une más".
Alina Pelegrino es maestra. Por las mañanas les cuenta a sus niños algunas historias nocturnas: "Por mi casa, entre los vecinos, nos ubicamos en el lugar donde mejor podíamos protegernos. Cuando sentimos el temblor todos nos avisamos y salimos precisamente con disciplina, con orden". Está convencida que es la mejor forma de enseñarles las medidas más efectivas para protegerse y ayudarse.
Delvis Fitó sabe que no es cosa de este enjambre sísmico: "El santiaguero siempre ha sido muy hospitalario. Todos compartimos todo. Nos hemos quedado abajo sentados y si alguien quiere algún poquito de café, alguien sube rápido, cuela el café y lo compartimos entre todos. Así es la colaboración".
Pero no solo los parques han sido testigos del insomnio. Orestes Silveria es un vecino de Rajayoga. Su casa, rodeada de edificios, abre las puertas cada noche para recibir a los que no les alcanza la calma.
"Eso es una costumbre, afirma Silveria. Y yo pienso que es también del pueblo cubano en general. Lo hemos visto también en La Habana, lo hemos visto en otras provincias, pero sobre todo en Santiago. Es así, no porque tenga fama.
Los santiagueros somos más unidos en ese sentido. "Nuestras puertas han estado abiertas para todos los que han venido buscando un refugio un poquito más seguro. Se ha llenado la casa. Han estado aquí alrededor de 15 niños, 10 personas mayores".
Cerca de 30 personas prefieren cobijarse aquí. La familia se amplía. Compartirlo todo es el principio de Silveria: "No es el techo nada más, es todo. Por las madrugadas se les brinda café porque no todo el mundo está dormido. Hay muchas personas fuera a la expectativa de otro movimiento sísmico y nosotros colamos café para repartir, con el mismo aporte de los vecinos. Realmente hay bastante unidad. En estos momentos de peligro las personas se unen más".
Santiago de Cuba es, una ciudad sísmica donde los días y noches sin pausas ya exceden de una semana. La situación ha sido, sobre todo, un enjambre de incertidumbres. Pero la certeza de la solidaridad seguramente pondrá otro matiz a estas historias trémulas.
Alina Pelegrino es maestra. Por las mañanas les cuenta a sus niños algunas historias nocturnas: "Por mi casa, entre los vecinos, nos ubicamos en el lugar donde mejor podíamos protegernos. Cuando sentimos el temblor todos nos avisamos y salimos precisamente con disciplina, con orden". Está convencida que es la mejor forma de enseñarles las medidas más efectivas para protegerse y ayudarse.
Delvis Fitó sabe que no es cosa de este enjambre sísmico: "El santiaguero siempre ha sido muy hospitalario. Todos compartimos todo. Nos hemos quedado abajo sentados y si alguien quiere algún poquito de café, alguien sube rápido, cuela el café y lo compartimos entre todos. Así es la colaboración".
Pero no solo los parques han sido testigos del insomnio. Orestes Silveria es un vecino de Rajayoga. Su casa, rodeada de edificios, abre las puertas cada noche para recibir a los que no les alcanza la calma.
"Eso es una costumbre, afirma Silveria. Y yo pienso que es también del pueblo cubano en general. Lo hemos visto también en La Habana, lo hemos visto en otras provincias, pero sobre todo en Santiago. Es así, no porque tenga fama.
Los santiagueros somos más unidos en ese sentido. "Nuestras puertas han estado abiertas para todos los que han venido buscando un refugio un poquito más seguro. Se ha llenado la casa. Han estado aquí alrededor de 15 niños, 10 personas mayores".
Cerca de 30 personas prefieren cobijarse aquí. La familia se amplía. Compartirlo todo es el principio de Silveria: "No es el techo nada más, es todo. Por las madrugadas se les brinda café porque no todo el mundo está dormido. Hay muchas personas fuera a la expectativa de otro movimiento sísmico y nosotros colamos café para repartir, con el mismo aporte de los vecinos. Realmente hay bastante unidad. En estos momentos de peligro las personas se unen más".
Santiago de Cuba es, una ciudad sísmica donde los días y noches sin pausas ya exceden de una semana. La situación ha sido, sobre todo, un enjambre de incertidumbres. Pero la certeza de la solidaridad seguramente pondrá otro matiz a estas historias trémulas.
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