Por Coral Vázquez Peña/Foto José M. Correa
Santiago de Cuba, 8 dic.— Con mucha paciencia, sobre todo en nuestros primeros años de vida, supieron combinar el juego con los deberes y así aprendimos a mantenernos sentados y a no molestar al de al lado.
Santiago de Cuba, 8 dic.— Con mucha paciencia, sobre todo en nuestros primeros años de vida, supieron combinar el juego con los deberes y así aprendimos a mantenernos sentados y a no molestar al de al lado.
Luego nos enseñaron las primeras letras, a escribir mamá y papá y también a contar.
Poco a poco nos adentraron en el fascinante mundo de la geografía, la historia, la biología, la química y la computación.
Y sin apena darnos cuenta, al finalizar el séptimo mes del año éramos un poco más adultos y cultos.
Y cada nuevo septiembre, ahí estaban, siempre dispuestos a transmitir nuevos conocimientos.
Cuando los años pasan y ya somos hombres y mujeres cuántas veces nos sorprendemos recordando hasta aquel regaño que en su momento nos pareció injusto.
Y es entonces cuando sí aquilatamos la grandeza, el oficio y la entrega sin límites que hay en las educadoras de los círculos infantiles, en las maestras y los maestros, en las profesoras y en los profesores, en quienes durante una buena parte de nuestros años nos instruyeron y educaron, en esos evangelios vivos que lo dan todo a cambio de nada y que en la jornada por el día del educador reciben un besos y una flor de quienes por siempre le estarán eternamente agradecidos.
Poco a poco nos adentraron en el fascinante mundo de la geografía, la historia, la biología, la química y la computación.
Y sin apena darnos cuenta, al finalizar el séptimo mes del año éramos un poco más adultos y cultos.
Y cada nuevo septiembre, ahí estaban, siempre dispuestos a transmitir nuevos conocimientos.
Cuando los años pasan y ya somos hombres y mujeres cuántas veces nos sorprendemos recordando hasta aquel regaño que en su momento nos pareció injusto.
Y es entonces cuando sí aquilatamos la grandeza, el oficio y la entrega sin límites que hay en las educadoras de los círculos infantiles, en las maestras y los maestros, en las profesoras y en los profesores, en quienes durante una buena parte de nuestros años nos instruyeron y educaron, en esos evangelios vivos que lo dan todo a cambio de nada y que en la jornada por el día del educador reciben un besos y una flor de quienes por siempre le estarán eternamente agradecidos.
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