Por Dairon O. Caballero HerediaPalma Soriano, Santiago de Cuba, 21 sep.— Hace ya 56 años que triunfó la Revolución. Hoy nosotros estamos aquí, disfrutando de una libertad a lo cubano, haciendo nuestra propia historia, resultado de esos momentos de parto revolucionario.
Y me hago una pregunta ¿Cuba, que hubiera sido de ti si hubieras dejado morir al apóstol en el año de su centenario?
Por suerte no paso así, gracias a un grupo de jóvenes, que en su época muchos pensaron que era una juventud perdida. Perdida porque se dieron cuenta que el camino antes del 59 no era el correcto para un pueblo oprimido y engañado con falsas promesas.
El mérito, para los miembros de la generación del centenario. Ellos destruyeron los moldes neocoloniales. Gracias a ellos que convirtieron al Moncada en un rabo de nube e hicieron que la primavera volviera con la palabra libertad y esperanza para su Madre.
El silencio es para los cobardes, para los verdaderos culpables. Pero el canto de triunfo es de esa generación a la cual hoy la Patria os contempla orgullosa.
Con el permiso de la inmortalidad, los volvemos a levantar del tabloncillo de los acusados en la Sala del Pleno de la Audiencia de Oriente, aquel 21 de septiembre de 1953, durante el juicio de los sucesos del Moncada para recordarlos eternamente como se merecen, porque como bien dijo Fidel en su alegato de autodefensa: ellos fueron absueltos por la historia.
Más de sesenta años han pasado desde entonces y siguen envestidos con la gloria de su pueblo.
Por suerte no paso así, gracias a un grupo de jóvenes, que en su época muchos pensaron que era una juventud perdida. Perdida porque se dieron cuenta que el camino antes del 59 no era el correcto para un pueblo oprimido y engañado con falsas promesas.
El mérito, para los miembros de la generación del centenario. Ellos destruyeron los moldes neocoloniales. Gracias a ellos que convirtieron al Moncada en un rabo de nube e hicieron que la primavera volviera con la palabra libertad y esperanza para su Madre.
El silencio es para los cobardes, para los verdaderos culpables. Pero el canto de triunfo es de esa generación a la cual hoy la Patria os contempla orgullosa.
Con el permiso de la inmortalidad, los volvemos a levantar del tabloncillo de los acusados en la Sala del Pleno de la Audiencia de Oriente, aquel 21 de septiembre de 1953, durante el juicio de los sucesos del Moncada para recordarlos eternamente como se merecen, porque como bien dijo Fidel en su alegato de autodefensa: ellos fueron absueltos por la historia.
Más de sesenta años han pasado desde entonces y siguen envestidos con la gloria de su pueblo.
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