Por Israel Hernández PlanasSantiago de Cuba, 19 abr.— En abril de 1961 un ejército de mercenarios organizado por el gobierno de los Estados Unidos desembarcó en Playa Girón, provincia de Matanzas con la finalidad de derrocar la Revolución naciente. Armados hasta los dientes con la tecnología belicista de punta en el momento y asesorados por oficiales élites del ejército estadounidense los invasores arribaron en la madrugada del 17 de abril a la enseñada conocida por Bahía de Cochinos.
Creían los resentidos apátridas que la
Revolución no contaba con un ejército profesional para hacerle frente a
la mayor maquinaria de guerra de los tiempos modernos. Pronto los
mercenarios caerían en la cuenta de su error. La agresión fue derrotada
en menos de 72 horas por el pueblo cubano, lo que constituye un hito de
resistencia en Latinoamérica.
Aunque los organizadores de la invasión contaban con la sorpresa en el desembarco, un conjunto de acciones anticiparon la escalada violenta. Primero fueron los ataques piratas de los B-26 norteamericanos soltando sus bombas sobre aeropuertos cubanos, entre ellos el Antonio Maceo de Santiago de Cuba. Fue este el preludio de la vileza yanqui que tres días más tarde mantendría en pie de lucha al pueblo cubano.
La invasión mercenaria a Cuba respondió a una operación de la CIA mucho mayor que bajo el agraciado nombre de “Pluto” buscaba derrocar al gobierno revolucionario y desde la misma Ciénaga de Zapata establecer un gobierno organizado en los Estados Unidos.
En tan sólo 66 horas de combate por tierra, mar y aire el pueblo cubano repelió a los invasores y doblegó la furia imperialista.
Por parte de los mercenarios sólo quedaron buques hundidos, aviones derribados, unas 89 bajas y la cabeza gacha de casi mil 200 prisioneros.
De la parte cubana nos quedaron 157 combatientes muertos, civiles asesinados y cientos de heridos, pero el legado más grande fue la soberanía conservada. Desde entonces la epopeya de Girón ha trascendido al mundo como un ejemplo de resistencia de una nación pequeña contra la mayor superpotencia del Planeta.
Aunque los organizadores de la invasión contaban con la sorpresa en el desembarco, un conjunto de acciones anticiparon la escalada violenta. Primero fueron los ataques piratas de los B-26 norteamericanos soltando sus bombas sobre aeropuertos cubanos, entre ellos el Antonio Maceo de Santiago de Cuba. Fue este el preludio de la vileza yanqui que tres días más tarde mantendría en pie de lucha al pueblo cubano.
La invasión mercenaria a Cuba respondió a una operación de la CIA mucho mayor que bajo el agraciado nombre de “Pluto” buscaba derrocar al gobierno revolucionario y desde la misma Ciénaga de Zapata establecer un gobierno organizado en los Estados Unidos.
En tan sólo 66 horas de combate por tierra, mar y aire el pueblo cubano repelió a los invasores y doblegó la furia imperialista.
Por parte de los mercenarios sólo quedaron buques hundidos, aviones derribados, unas 89 bajas y la cabeza gacha de casi mil 200 prisioneros.
De la parte cubana nos quedaron 157 combatientes muertos, civiles asesinados y cientos de heridos, pero el legado más grande fue la soberanía conservada. Desde entonces la epopeya de Girón ha trascendido al mundo como un ejemplo de resistencia de una nación pequeña contra la mayor superpotencia del Planeta.
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