Por Miralis Despaigne Pineda
Santiago de Cuba, 5 feb.— Restaurar no es cosa fácil, pues se requiere de muchos recursos y del ingenio de personas como Rubén Darío Cruz Fernández, trabajador por cuenta propia que de la realización de simples mosaicos, fue creciendo su inventiva hasta llegar a producciones mayores.
Santiago de Cuba, 5 feb.— Restaurar no es cosa fácil, pues se requiere de muchos recursos y del ingenio de personas como Rubén Darío Cruz Fernández, trabajador por cuenta propia que de la realización de simples mosaicos, fue creciendo su inventiva hasta llegar a producciones mayores.
Santiago de Cuba agradece su aporte a la
restauración de muchos lugares de valor patrimonial y en especial a los
que hoy saludan el 500 aniversario de la fundación de esta villa.
Desde un pequeño taller ubicado en calle 8 #252 entre 9 y 11 en el reparto 8 de Marzo en Palma Soriano, comenzaron
a tomar forma los primeros diseños sobre los cuales refiere Rubén: “Empecé con seis diseños, no tengo ninguna profesión, así que experimenté observando aquí y allá. Me enamoré de los pisos de dibujo interior esos llamados coloniales.
Se empezaron a acercar personas que apreciaban lo que hacía y la demanda aumentó, tanto de particulares como de algunas empresas”.
El empeño del mosaista (término utilizado para los productores de mosaicos) fue creciendo y lo llevó a dar pasos mayores, del antiguo taller hoy se encuentra en un espacio mayor en calle Laja Final del Reparto 8 de Marzo.
Gran estudioso y recopilador de informaciones pone sus conocimientos en función de hacer crecer las producciones, aspecto que explica con elocuencia: “estoy innovando dos máquinas que ya funcionan pero las perfecciono. Ambas cogen mayor cantidad de materia prima y salen en serie las producciones. Son motores que recuperé, con gran esfuerzo, en una se reduce la granulación de los materiales y la otra propicia el montaje completo de cada pieza”
Más de cien diseños cobran formas con la ayuda de troqueles, conocidos mundialmente como trepas, moldes construidos por Rubén, por eso afirma su complejidad, “anteriormente los traían de España, ahora se construyen aquí, son hechos de acero. Por la forma de algunos diseños tengo que trabajar cada pieza independiente, es de ahí que depende el verdadero trabajo artístico”
Nos comenta que la realización de uno le toma hasta más de quince días. Se ha reconocido que llevan los materiales necesarios con la medida exacta para su durabilidad e imagen.
La calidad es probada, de ahí que La Oficina del Conservador de Santiago de Cuba se auxilia de su ayuda para múltiples restauraciones, él afirma no recordarlas todas: “las primeras fueron la casa de Vilma Espín, la vivienda de Juan Almeida Bosque, luego vinieron otras. De las más recientes recuerdo la Casa del Tamarindo (donde fue el histórico encuentro de los tres frentes rebeldes en Palma Soriano), la Casa del Estudiante, la sede del gobierno provincial… y todavía en proceso el Centro Gallego”
Es reconfortante la exactitud de cada diseño, traen la belleza de salones y patios de épocas pasadas, impresionante
trabajo artístico que de forma especial se pueden apreciar por estos días, en edificaciones que aportan a la imagen de sitios que saludan el aniversario 500 de la fundación de la villa de Santiago de Cuba.
Desde un pequeño taller ubicado en calle 8 #252 entre 9 y 11 en el reparto 8 de Marzo en Palma Soriano, comenzaron
a tomar forma los primeros diseños sobre los cuales refiere Rubén: “Empecé con seis diseños, no tengo ninguna profesión, así que experimenté observando aquí y allá. Me enamoré de los pisos de dibujo interior esos llamados coloniales.
Se empezaron a acercar personas que apreciaban lo que hacía y la demanda aumentó, tanto de particulares como de algunas empresas”.
El empeño del mosaista (término utilizado para los productores de mosaicos) fue creciendo y lo llevó a dar pasos mayores, del antiguo taller hoy se encuentra en un espacio mayor en calle Laja Final del Reparto 8 de Marzo.
Gran estudioso y recopilador de informaciones pone sus conocimientos en función de hacer crecer las producciones, aspecto que explica con elocuencia: “estoy innovando dos máquinas que ya funcionan pero las perfecciono. Ambas cogen mayor cantidad de materia prima y salen en serie las producciones. Son motores que recuperé, con gran esfuerzo, en una se reduce la granulación de los materiales y la otra propicia el montaje completo de cada pieza”
Más de cien diseños cobran formas con la ayuda de troqueles, conocidos mundialmente como trepas, moldes construidos por Rubén, por eso afirma su complejidad, “anteriormente los traían de España, ahora se construyen aquí, son hechos de acero. Por la forma de algunos diseños tengo que trabajar cada pieza independiente, es de ahí que depende el verdadero trabajo artístico”
Nos comenta que la realización de uno le toma hasta más de quince días. Se ha reconocido que llevan los materiales necesarios con la medida exacta para su durabilidad e imagen.
La calidad es probada, de ahí que La Oficina del Conservador de Santiago de Cuba se auxilia de su ayuda para múltiples restauraciones, él afirma no recordarlas todas: “las primeras fueron la casa de Vilma Espín, la vivienda de Juan Almeida Bosque, luego vinieron otras. De las más recientes recuerdo la Casa del Tamarindo (donde fue el histórico encuentro de los tres frentes rebeldes en Palma Soriano), la Casa del Estudiante, la sede del gobierno provincial… y todavía en proceso el Centro Gallego”
Es reconfortante la exactitud de cada diseño, traen la belleza de salones y patios de épocas pasadas, impresionante
trabajo artístico que de forma especial se pueden apreciar por estos días, en edificaciones que aportan a la imagen de sitios que saludan el aniversario 500 de la fundación de la villa de Santiago de Cuba.
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