Por Kenia Tabares Robles/ Foto José Vladimir Pérez
Que la disciplina es la parte más importante del
éxito, es una verdad incuestionable. Y que el triunfo de nuestros
empeños depende de nuestro comportamiento, es otra certeza de la vida.
La disciplina es decisiva, es nuestra defensa y nuestra muralla, en lo
personal y lo colectivo.
Para querer a Santiago, basta con dar lo mejor de sí. Basta con hacer lo que nos toca, y hacerlo bien, para lograr una buena calidad de vida y nivel de satisfacción.
Muchos sitios del territorio develan el esfuerzo de muchos y la voluntad de miles, sin embargo, algunas conductas empañan nuestra imagen con actos irrespetuosas, de mal gusto, y mala educación.
Todavía hay quienes se empeñan en hacer prevalecer la ley del más fuerte, en confundir el orden con el desorden, en no cumplir las reglas más elementales de la educación cívica, y en creer que todo es permisible.
Bastaron pocos minutos en puntos céntricos de la ciudad para captar escenas que difieren mucho de lo que se aspira.
Hasta que no se comprenda que arrojar basura en las calles perjudica la salud de todos, que las leyes del tránsito se establecen para ser cumplidas y para preservar la vida, y que los parques son propiedad social, cabe pensar que nos falta mucho para amarnos y amar a Santiago.
Habría que preguntarse qué es disciplina social, y a partir de ahí, repensar nuestros comportamientos y nuestras labores, porque más importante que querer hacer las cosas bien, son hacerlas con buena conducta y disciplinadamente.
La clave está en comprender que la disciplina es un pilar fundamental para el progreso social.
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