Por Brita Garcia Alberteris
Santiago de Cuba, 21 nov.— Cada vez que veo a Gabino Jardines no puedo dejar de acordarme de Eva Griñan. Su voz, que estremeció a Santiago de Cuba, desató sus canciones por última vez. Invencible ante los avatares de la vida su gran sueño siempre fue promover las obras del padre: Pepe Griñan. A él le debió su formación musical tan destacada.
Acaparar su compleja vida es difícil: estuvo en el Orfeón Santiago, bajo la tutela del maestro Electo Silva. En 1984 funda el cuarteto "Proposición 4" y con este realizó la grabación de dos discos en los Estudios Siboney de la EGREM. Hacia 1999 inicia su bregar como trovadora para rescatar, entre otras, las obras de su padre. Eva Griñán será siempre expresión de mujer cubana con gran temple y sus amigos la describen como una diva.
Gabino fue su guitarrista acompañante durante los últimos años de su carrera musical. Ella siempre lo sorprendía en los escenarios internacionales porque cantaba a capella, con toda una orquesta de fondo. "Le imprimía un sentimiento singular a las interpretaciones y durante toda su carrera siguió las pautas de la musical tradicional santiaguera," expresó emocionado Jardines.
El día de su funeral, el pasado 6 de septiembre, el Orfeón Santiago la despidió con una de las canciones más conocidas del trío Matamoros: Juramento. Y parece que el destino quiso que esta fuera su despedida. Ella juró quedarse en su Santiago natal y nunca abandonar sus raíces trovadorescas.
El último adiós no está dicho. Sus restos descansarán ahora en el Cementerio Santa Ifigenia. Allí integrará ese coro de trovadores que desde el pasado nos susurran pasajes y emociones. Eva, esa voz que siempre será...
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