Autor : Isabel Zaldívar Diéguez
El
huracán Sandy dejó la secuela de mucha suciedad en las ciudades. Son
miles de metros cúbicos de árboles caídos, edificaciones derrumbadas,
más todo lo que va generando la población en el día a día. Se agrega la
difícil circunstancia de que prácticamente voló en pedazos la mayoría de
las tapas de los tanques altos del agua. Todo unido así ha contribuido
en la elevación de los índices de infestación del mosquito Aedes
Aegypti, trasmisor de enfermedades que matan.
Mención aparte para
las enfermedades diarreicas, que ya por estos días han desaparecido,
pero los focos del mosquito crecen, sobre todo en las viviendas, así lo
apreciamos en un recorrido por diferentes áreas de salud,
independientemente de que las calles de las urbes relucen.
Más,
en los hogares nos encontramos con moradores que todavía no han sacado
los escombros para su posterior traslado a los vertederos. No tienen
totalmente saneada su casa, y dejan como potenciales reservorios del
peligroso vector, objetos inservibles, como botellas vacías, tapas
plásticas, enyerbamiento...
En este empeño de sanear a las
ciudades se decidió por parte de las autoridades el trabajo
multisectorial, donde participaron todos los organismos con su
transporte y personal. A partir de ahí se ganó mucho, sobre todo
prontitud en la higienización, pero todavía la misión no se puede dar
por concluida. El talón de Aquiles está ahora en los hogares y en los
tanques sin tapas.
Para las tapas ya se adoptan todas las
medidas. Comenzaron a distribuirse en puntos de las barriadas, y las
fábricas tienen prioridades en este renglón. Ahora todo depende de cada
uno de nosotros.
De manera que higienizar hasta la saciedad el lugar donde vivimos es lo más inmediato, esa es la cuestión.
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