Autor : Ricardo Rodríguez Cabrera
El próximo domingo los cubanos irán nuevamente a las urnas, esta vez
para elegir a los delegados de circunscripción ante las asambleas
municipales del Poder Popular.
En este contexto, los enemigos de
la Revolución no pierden tiempo y con su campaña mediática tratan de
descalificar este acto soberano del pueblo, sin tener en cuenta que en
los comisios del 21 de octubre, millones de patriotas demostrarán al
mundo el carácter esencialmente democrático, cívico y transparente del
Sistema Electoral de Cuba, y lo harán conscientes y con elevada
participación de todos los miembros de la sociedad.
Quienes
arremeten contra dichas elecciones olvidan tal vez que esta nación no es
la Cuba del pasado. La Revolución ha consolidado las instituciones del
Poder Popular y hoy está inmersa en nuevas transformaciones sociales y
económicas que sin dudas derivarán en mayor fortalecimiento del proceso
electoral. Por eso, resulta oportuno remarcar algunos principios y
valores que distinguen a este acto de derecho y voluntad popular.
Hace
más de un siglo, la primera intervención norteamericana en la isla echó
por tierra las prácticas democráticas que habían establecido los
mambises en los territorios ocupados en su lucha independentista contra
la metrópolis española. En el padrón electoral de entonces, impuesto por
el gobierno yanqui, sólo aparecía una minoría de la población isleña de
un millón y medio, por cierto blanca y con elevados ingresos; el resto
de los habitantes no tenía derecho al voto.
Así nacieron, enfermas como
la propia “república”, aquellas “elecciones”, marcadas por la exclusión
social, el fraude, la compra de votos, las campañas millonarias y hasta
la violencia en el mejor estilo norteamericano.
Fueron
protagonizadas batallas “democráticas” que muchas veces se resolvían a
tiro limpio, entre los conservadores del presidente Mario García Menocal
(“el Mayoral de Chaparra”) y los liberales de Gerardo Machado Morales,
conocido por el pueblo como “el Asno con Garras”, quien enarbolaba la
consigna de “Agua, Caminos y Escuelas”, que nada ofrecía a los humildes,
los cuales seguían hundidos en la miseria, mientras los gobernantes y
su comparsa de burgueses se enriquecían mediante la corrupción, y la
entrega del país a los monopolios imperialistas.
Así fueron los
sufragios cubanos hasta que en 1959 la Revolución Cubana puso fin a la
politiquería imperante y consolidó un sistema electoral verdaderamente
justo, cívico, educativo, sin preferencias de ninguna clase y que
garantiza a todos los ciudadanos sus derechos a elegir y ser elegido de
forma directa y secreta.
En la Cuba actual es el pueblo el que
postula y elige de su seno, no sólo a quienes considera con condiciones
para representarlo ante el gobierno local, sino también a los delegados a
las asambleas provinciales, y los diputados al Órgano Supremo del
Estado, la Asamblea Nacional, la cual el próximo 2 de diciembre cumplirá
36 años expresando y defendiendo la voluntad soberana de la inmensa
mayoría de los cubanos.
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