Autor : Ivianna García
Fiel a la imagen narcisista que emerge espléndida ante las aguas del mar
Caribe, permanece El Museo Castillo del Morro San Pedro de La Roca, de
Santiago de Cuba, desafiante testigo del paso de los siglos y de la
historia.
Considerada patrimonio mundial de la humanidad, esta
férrea coraza arquitectónica que data del siglo XVII, regala una
invitación perenne para el turismo nacional e internacional, a respirar y
revivir toda una realidad histórica que muchas veces se traduce en
misticismo.
Pero además, por el ambiente seductor y pacífico,
que hasta la caprichosa luna se aferra a contemplar durante el día, es
el lugar propicio para la relajación, y el encuentro con uno mismo.
Rodeado
de un paisaje natural y de riquezas culturales, este sitio atesora
huellas del sistema defensivo costero surgido por una necesidad de la
metrópolis española para proteger la ciudad contra los ataques de
corsarios y piratas, lo que la convirtió en un baluarte inexpugnable.
Estas
celdas atestiguan la etapa en que el Castillo funcionó como prisión
militar por ser considerado obsoleto desde el punto de vista defensivo.
En ellas se rinde tributo a patriotas y personalidades vinculadas con
las guerras de independencia que estuvieron encarcelados en esta
fortificación.
Aquí sufrieron prisión Dominga Moncada, Madre de
Guillermón, y los mayores Generales Bartolomé Masó, Flor Crombet, Mayía
Rodríguez y Pedro Agustín Pérez. De este último cuenta una leyenda que
fue el único hombre que pudo escapar con vida de esta fortificación, la
misma que fue testigo de la batalla que dio fin al dominio colonial
español en América.
Todos los atractivos de esta fortaleza se
funden con naturalidad y vehemencia: el puente levadizo, los muros y
cúpulas de piedra, el mar Caribe que bordea toda su estructura y el
cañonazo justo cuando el Astro Rey se esconde en el horizonte, refuerzan
el éxtasis compartido por sus visitantes.
Dicen que esta
estructura de naturaleza escalonada, se hace cómplice ante los
pensamientos de quienes acuden a su cobijo, lo convierten en el espacio
ideal para un encuentro con la historia, pero también para los suspiros
nostálgicos y las miradas perdidas.
No se debe entonces temer a
estos muros corroídos por el tiempo, si se recuerda que siempre habrá
génesis de mitos y leyendas en este edén que es el Castillo del Morro
San Pedro de la Roca.
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