Autor : Coral Vázquez Peña
Cubanas y cubanos recordamos hoy a Tomás Romay Chacón, el hombre cuya reputación se agigantó por su perseverante voluntad para introducir y propagar la vacuna antivariólica y para ello no vaciló en aplicársela a sus hijos en un acto de demostración a los detractores de la vacunación.
Gracias a este suceso la vacuna contra la viruela se difundió en el país y cientos de personas fueron inmunizadas. Su ejemplo trascendió en el tiempo como muestra palpable de virtud, amor y abnegación.
Al sabio cubano Tomás Romay también se le debe la erradicación del enterramiento en las iglesias y una encomiable labor por el fomento de la agricultura, la instrucción primaria gratuita y la visión científica de los problemas.
Los historiadores reconocen asimismo las significativas reformas que realizó en la docencia médica al introducir nuevos métodos basados en la observación y la práctica, promover la modernización de la medicina clínica, y lograr restablecer la enseñanza de la Anatomía.
Con igual ímpetu colaboró con trabajos científicos y algunos versos utilizando el seudónimo de Matías Moro en el Papel Periódico de La Habana, el Diario de La Habana y el Diario del Gobierno de La Habana. Lo que demuestra que fue una de las figuras más relevantes dentro de la naciente intelectualidad de la pujante burguesía criolla de finales del siglo XVIII e iniciador del movimiento científico cubano.
El 30 de marzo de 1849 murió en La Habana Tomás Romay Chacón, uno de los más eminentes científicos cubanos de todas las épocas. Su quehacer es un paradigma para las presentes generaciones que desde las aulas son ejemplo de la responsabilidad social que debe tener todo médico.
Y a pesar del tiempo transcurrido, el prestigio de Tomás Romay resplandece… Y en el estudio de la vida y la obra de quien fuera una gloria de la ciencia, encontramos los de hoy y los de mañana, ejemplo de integridad, pasión, altruismo y lealtad revolucionaria.
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