Hace 59 años, el 2 de septiembre de 1960, junto a la imagen y el recuerdo de José Martí, en la Plaza Cívica de La Habana, más de un millón de habaneros se reunieron en Asamblea General del Pueblo, para condenar enérgicamente las maniobras del gobierno de los Estados Unidos para separar a Cuba del concierto de naciones latinoamericanas, utilizando como punta de lanza a la desprestigiada Organización de Estados Americanos, La OEA.
Entre el 22 y 29 de agosto de 1960, en San José, Costa Rica, se había llevado a cabo bajo la tutela de Estados Unidos la Séptima Reunión de Consulta de Cancilleres de la OEA la cual se convirtió en una verdadera conjura contra Cuba, acusándola de apartarse del sistema interamericano y poner en riesgo la unidad y la paz de la región, solo por el hecho de ser libre e independiente.
En San José, el canciller cubano Raúl Roa defendió con dignidad la posición del Gobierno Revolucionario de la isla, que no admitía intromisión de ningún tipo en su soberanía, por lo que la delegación cubana decidió retirarse del evento el día 28, no sin que antes Roa sentenciara: “Los gobiernos latinoamericanos han dejado a Cuba sola. Me voy con mi pueblo y con mi pueblo se van de aquí también los pueblos de nuestra América”
El 29 de agosto la OEA aprobó la Declaración de San José, redactada por Estados Unidos, donde se condenaba a Cuba por haber escogido el camino de la libertad, y por su amistad con la Unión Soviética exigiéndole a la isla someterse a la Carta de la OEA y obedecer sus decisiones, o lo que es lo mismo, plegarse a Washington. Además el documento preparaba el camino para expulsar a Cuba de la Organización de Estados Americanos, como ocurriría en Punta del Este, Uruguay, en enero de 1962.
En respuesta a la Declaración de San José, el millón de habaneros concentrados en la entonces Plaza Cívica, hoy Plaza de la Revolución José Martí, aprobaron con sus manos en alto la Primera Declaración de La Habana, la cual rechazaba las pretensiones hegemónicas de Estados Unidos contra Cuba, su política de aislamiento y el servilismo de la OEA ante esas patrañas orquestadas por el gobierno de Washington.
59 años después de su aprobación por el pueblo de Cuba, el 2 de septiembre de 1960, la Primera Declaración de La Habana sigue teniendo vigencia y además se mantiene como símbolo de la voluntad de los cubanos de no plegarse a los designios del imperialismo norteamericano y la OEA, constituyendo además un ejemplo de dignidad y soberanía para los pueblos de la América nuestra que luchan por su segunda independencia.
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