Santiago de Cuba, 15 sep.— La villa de Santiago fue fundada en el verano de 1515 por el Adelantado Diego Velázquez de Cuellar, quien como Gobernador de la Isla de Fernandina (Cuba) decidió fijar allí su residencia. Varias razones justificaban su decisión: su favorable geografía y la cercanía a la Española, centro del poder colonial de la época.
Consecuencia de esta temprana capitalidad, en 1522 el Papa Adriano VI considera oportuna la propuesta de trasladar de Baracoa a Santiago de Cuba, la Sede del Obispado de la Isla, y por consiguiente su templo mayor recibió los honores de Catedral. Al mismo tiempo, se le otorgaba a la villa la condición de Ciudad.
La modesta iglesia de Santa Catalina fue breve portadora de la condición de Catedral, ya que de inmediato se comenzó la construcción de un nuevo templo de mejor categoría en un emplazamiento que luego sería la Plaza de Armas de la ciudad; considerada el espacio fundacional desde donde quedó definida la estructura urbana de Santiago. En 1524 muere Diego Velázquez y es enterrado en la catedral en construcción.
En una historia cercana a los cinco siglos, la catedral de Santiago fue reconstruida en cuatro ocasiones y según los planos de época y otros documentos reveladores, en las tres primeras se mantuvo una orientación este-oeste, donde su fachada principal miraba al fondo de la bahía, dándole la bienvenida a las embarcaciones en su arribo. Las causas principales de tales reconstrucciones fueron el asedio de corsarios y piratas y de manera persistente los temblores y terremotos que han afectado históricamente a Santiago. La experiencia obligó a pensar en una tecnología que permitiese levantar un edificio en condiciones de sismicidad continua.
Es así que entre 1810 y 1818 fue reconstruida la cuarta y última catedral, o sea la que vemos hoy. Ella resume y recoge dentro de sus amplias naves todo el patrimonio material e inmaterial acumulado por el clero santiaguero durante medio milenio.
Obras de arte religioso como el Santo Ecce Homo —la pintura más antigua conservada en Cuba—, imagen milagrosa que tantas veces provocó la lluvia necesaria; enseres de la liturgia, empleados por destacadas personalidades como los obispos Morell de Santa Cruz y José María Claret y Clara, entre otros; imaginerías, muebles, altares y el órgano. Muy especialmente puede hablarse de la creación musical del prebítero Esteban Salas, considerado el Padre de la Música Cubana, que al igual que otros destacados maestros interpretaron sus obras en la capilla de música de la catedral.
El proyecto realizado para la cuarta catedral resultó un caso insólito ya que desde el terrible terremoto de 1766, que puso en pésimas condiciones la tercera, hubo que esperar cuarenta y cuatro años de discusiones locales y confrontaciones técnicas que rebasaron las fronteras de la isla. Los motivos fueron disímiles, pero el más importante estuvo relacionado con las diferencias de criterios sobre el comportamiento estructural del edificio ante un sismo, cuestión en la que tomaron parte, además del clero y el gobierno local, la Academia de San Fernando en Madrid y la Corona a través de múltiples Cédulas Reales. En 1804 la catedral es declarada iglesia Metropolitana y su Prelado es ascendido a Arzobispo.
Finalmente el 15 de agosto de 1810, bajo la decisiva influencia del arzobispo Joaquín de Oses Alzuay Coperacio y el proyecto del maestro mayor de carpintería Pedro Fernández, se inició la construcción de un edificio con cinco naves; de horconadura, techos y cúpulas de madera y una fachada que podía clasificar dentro de los códigos del barroco tardío teniendo en cuenta su portada y demás ornamentos. Inaugurada el 24 de abril de 1818 su imagen urbana fue a partir de entonces, objeto de la atención de diferentes artistas que la plasmaron en sus grabados, considerándose muy logrado el realizado en la colección Cuba Pintoresca de F. Mialhe en 1839.
Años después, el 20 de agosto 1852, otro devastador terremoto afectó de manera notable la catedral. En esta ocasión el arzobispo Claret puso manos a la obra para en sólo dos años rehabilitar el templo; que a su vez buscó acogerse al neoclasicismo imperante, lo que provocó cambios sustanciales en la imagen del inmueble que ahora reaparece rematada con un frontón neoclásico.
La iglesia se inaugura el 24 de marzo de 1854 una vez colocado el Altar Mayor de mármol y reparado el edificio. Esta visión es la que nos llega con las primeras fotos tomadas en la ciudad y que se corresponden con las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del siglo XX.
En 1873 se monta un nuevo órgano adquirido en Zaragoza y en 1874 se coloca, gracias al muy ilustre Ayuntamiento, un reloj en la torre derecha.
Iniciado el siglo XX, el paso arrollador del Eclecticismo por Santiago como estilo ya de moda en Cuba y América, condicionó el interés del arzobispo Félix Ambrosio Guerray Fezzia por actualizar su imagen. Para tales fines contrató los servicios del arquitecto Carlos Segrera, el más destacado profesional de la ciudad en esos momentos y autor de las obras que ponían en desventaja a la catedral en el contexto ya ecléctico del Parque Céspedes (antigua Plaza de Armas).
Segrera, maestro del estilo ecléctico, realizó el proyecto entre 1915 y 1916, se iniciaron las obras en 1919 y duraron hasta 1922. En esta ocasión la catedral quedó caracterizada por la esbeltez de sus torres, gracias al incremento de un nivel; la renovada volumetría de las fachadas principales; la colocación de una escultura del arcángel Gabriel rematando el friso y otras dos de Cristóbal Colón y el padre Bartolomé de las Casas, en sendas hornacinas de la fachada principal. Los interiores fueron engalanados con múltiples falsos techos decorados de yesería y papier maché y pintados por dos célebres artistas de la época: Antonio Ferrer y Luis “Sisito” Dessangles.
Una alarma local causó en esos años la decisión de “ahuecar” el basamento pétreo de la catedral y construir en su lugar diferentes locales comerciales. Como resultado de ello, tres de sus fachadas —excepto la posterior— vieron aparecer arcadas continuas decoradas con ornamentaciones eclécticas, constituyéndose en otro aspecto esencial de la transformación estético formal que se propuso a la imagen de la catedral. Esta actuación constructiva aportó a la animación urbana y hoy es parte indisoluble del esquema funcional del centro histórico.
El tiempo pasó y el 23 de febrero de 1932 un nuevo terremoto de gran intensidad puso en calamidad la catedral, que vio amenazada la permanencia de sus torres y desmembrado su arcángel. Serios trabajos fueron realizados gracias al empeño del arzobispo Valentín Zubizarreta y a la pericia del arquitecto e ingeniero civil cienfueguero Federico Navarro. A pesar de ello, el Arcángel perdió para siempre su cruz gamada y las torres no vieron más sus columnas decorativas en el tambor superior.
Otras remodelaciones enfrentó el importante edificio, a fines de la década de los años cincuenta por el arzobispo Enrique Pérez Serantes y en los ochenta y noventa del siglo XX por interés expreso del arzobispo Pedro Maurice; sumándose en estos casos el hincapié por la restauración de la cúpula mayor, afectada en su estructura interna de madera por un incendio.
Ya en el siglo XXI fue concebido por el arzobispo Dionisio García Ibáñez un proyecto amplio y abarcador de la recuperación integral de la catedral santiaguera. Esta actuación de rehabilitación se lleva a cabo por un equipo multidisciplinario integrado por el Grupo de Inversiones del Arzobispado y el de proyectos de la Oficina del Conservador de la Ciudad, con la colaboración de diversos especialistas nacionales y extranjeros.
En la celebración de la Gala Cultural por el medio milenio de la fundación de la villa de Santiago, en julio de 2015, se mostró la Santa Basílica Metropolitana Iglesia Catedral de Santiago de Cuba totalmente remozada, preparada para seguir transitando en el tiempo como monumento significativo del patrimonio cubano. (Omar López, Conservador de la Ciudad)
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