Santiago de Cuba, 9 abr.— Reinaldo Cedeño, escritor santiaguero y Premio Nacional de Periodismo Cultural compartió hace algunos años con el cineasta Santiago Álvarez. A cien años del natalicio del cineasta, Reinaldo descubre los recuerdos y enseñanzas que le quedaron del hombre de ojos profundos.
Los que le conocieron o trabajaron con el quedaron impactados por el profesional y el ser humano que habitó en el cineasta: Esta periodista solo tuvo la oportunidad de ver su letra: una dedicatoria que le dejó al escritor Reinaldo Cedeño en las primeras páginas del libro “El cine urgente de Santiago Álvarez”, de Amir Labaki.
Cedeño fue uno de los privilegiados que compartió espacio con el realizador, el momento se quedó como memoria viva en “El hueso en el papel”, uno de los muchos libros del intelectual santiaguero; como entonces, el mar Caribe fue testigo: "El mar es cómplice, el mar lo escucha todo, si uno presta oídos, las olas van dejando el murmullo de cada rincón del mundo, el mar quiso recompensar mi paciencia pues aquella tarde frente a su aguas, sé que no se repetirá jamás”, citas que se escucharon de la voz del periodista antes de comenzar el diálogo sobre Santiago. Luego de tomar una bocanada de salitre, inició nuestra conversación, dijo el periodista, tenía entonces 77 años el artista, fue una tarde de octubre de 1976, hablamos en el Hotel Balcón del Caribe. Fue una conversación larga, estaba Lázara, su esposa.
Aquel hombre tenía optimismo ante la vida y amor por el cine documental, yo sabía a quién me enfrentaba, sin él algunas imágenes que forman parte de la memoria del mundo no existirían”.
Se debía tener en cada ojo una cámara y en cada oído un micrófono, dijo el realizador de un millar de Noticieros. Para hacer documentales que recreen la vida hay que saber mirar, dijo Santiago. Reinaldo el periodista y escritor, miró de cerca al cineasta, como sabe hacerlo el corazón: tenía los ojos profundos, confesó: ”Era el un cubanazo tremendo y eso estuvo siempre en sus obras, no era de etiquetas, él iba creando y sabía muy bien lo que hacía. Se llevaba bien con todo el mundo; ya me iba y me llamó, había un bultico de libros de un brasileño y de ellos escogió uno. Lo interesante, fue la dedicatoria junto a mi nombre, puso entre signos de admiración: Viva el cine documental, ese era su pasión, por eso Santiago es capital para nosotros”.
Como Reinaldo en Santiago, hay muchos con un universo por descubrir con anécdotas sobre el hombre maduro que llegó al cine para quedarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario