Por Adis López González
Desde horas tempranas de la mañana se repite la misma dinámica día tras día en el campamento ocho de octubre de Cabacú. Así ha sido durante más de seis meses: preparar desayunos, meriendas, almuerzos, comidas y además trasladarlas a cada una de las obras.
Desde horas tempranas de la mañana se repite la misma dinámica día tras día en el campamento ocho de octubre de Cabacú. Así ha sido durante más de seis meses: preparar desayunos, meriendas, almuerzos, comidas y además trasladarlas a cada una de las obras.
Ellos también se sobreponen a las difíciles condiciones y no permiten afecten la adecuada elaboración de los alimentos, además de agregar pequeños detalles que propician sentir menos la nostalgia de la casa, creando un sencillo ambiente de compañerismo y familiaridad.
No se ven ellos entre los hombres y mujeres de los cascos blancos, pero en medio del anonimato, permanecen juntos como incondicional familia.
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