Por Kenia Tabares Robles
Santiago
de Cuba, 2 dic.— Como lo soñó Martí, Fidel Castro se lo cumplió, una
República con todos y para el bien de todos. A cada paso suyo, el pueblo
demostró su afecto multiplicado en sonrisas, abrazos, en el deseo de
estrechar la mano del amigo, del hombre, del humano.
Esas expresiones de
amor, el Comandante se las ganó con dignidad, moral, ética,
sensibilidad.
Nadie como él tocó el corazón de
millones de personas. Compartió sus alegrías, pero también su dolor.
Fidel colocó al hombre en el centro de su vida, de su pensamiento y de
su obra. Confió en lo mejor del ser humano y aspiró un mundo mejor para
todos. Siempre luchó con empeño por la justicia social, y fue un gran
educador para Cuba y todos los pueblos.
Así lo dijo en su
concepto de Revolución: “es ser tratado y tratar a los demás como seres
humanos…es luchar, por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el
mundo”.
Al decir del periodista y escritor Ignacio Ramonet, la
aspiración a la justicia para todos sitúa a Fidel como una de las
figuras históricas que con más constancia luchó y que más solidaridad
demostró por los oprimidos y necesitados de la tierra.
Justicia
social se traduce en sus innumerables logros en los diferentes ámbitos
de la vida de los cubanos, para darle a su pueblo una mejor calidad de
vida en el orden espiritual y cultural.
Justicia social para
Fidel se traduce en el internacionalismo como el más sagrado deber de
todos los revolucionarios, como una cualidad que heredó de nuestro José
Martí, ¡Patria es Humanidad!
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