Santiago de Cuba, 5 dic.— El historiador Mario Mencía, acucioso investigador de la vida de Fidel Castro, al hablar hoy en la televisión del Comandante en Jefe lo hace en presente y no, precisamente, por una trampa de la memoria.
Es tanta la impronta del líder que será
muy difícil en lo adelante ubicarlo en el pasado, atrapado por la
muerte, porque como dice la canción Cabalgando con Fidel ni ella cree
que se 'se apoderó de tí'.
Tras la reciente inhumación de sus cenizas en el cementerio de Santa Ifigenia, ese altar de la Patria, su figura gigantesca se adentra en los hogares y en las conversaciones familiares seguirá su presencia como una compañía imprescindible, como alguien muy querido y cercano.
No se trata de lapsus mentales que hacen olvidar que ya no está físicamente: los cubanos se niegan a despedirlo definitivamente y qué bien están para recordarlo las poesías del Indio Naborí, inspiradas sobre todo en aquellos días iniciales de la gloria revolucionaria, o las canciones de Silvio y de Raúl Torres.
Instalado para siempre en la memoria histórica y sentimental de todo un pueblo, su huella acompañará batallas nuevas porque como dijo en La Habana en los primeros días de enero de 1959, quizás todo sea a partir de ahora más difícil, en su ausencia.
En días recientes, un reconocido periodista cubano, al valorar el legado fidelista evocaba la definición de José Martí que diera el ilustre intelectual Cintio Vitier cuando afirmó que era 'el misterio que nos acompaña'. Otro misterio a nuestro lado ya está siendo el Comandante.
Cuando fue interrogado a raíz del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, comandado por él junto a un puñado de jóvenes revolucionarios, Fidel consideró al Apóstol como el autor intelectual de esa audacia. Desde hoy, sembrado para siempre en esta tierra fecunda, él lo será también para los desafíos por delante.
Tras la reciente inhumación de sus cenizas en el cementerio de Santa Ifigenia, ese altar de la Patria, su figura gigantesca se adentra en los hogares y en las conversaciones familiares seguirá su presencia como una compañía imprescindible, como alguien muy querido y cercano.
No se trata de lapsus mentales que hacen olvidar que ya no está físicamente: los cubanos se niegan a despedirlo definitivamente y qué bien están para recordarlo las poesías del Indio Naborí, inspiradas sobre todo en aquellos días iniciales de la gloria revolucionaria, o las canciones de Silvio y de Raúl Torres.
Instalado para siempre en la memoria histórica y sentimental de todo un pueblo, su huella acompañará batallas nuevas porque como dijo en La Habana en los primeros días de enero de 1959, quizás todo sea a partir de ahora más difícil, en su ausencia.
En días recientes, un reconocido periodista cubano, al valorar el legado fidelista evocaba la definición de José Martí que diera el ilustre intelectual Cintio Vitier cuando afirmó que era 'el misterio que nos acompaña'. Otro misterio a nuestro lado ya está siendo el Comandante.
Cuando fue interrogado a raíz del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, comandado por él junto a un puñado de jóvenes revolucionarios, Fidel consideró al Apóstol como el autor intelectual de esa audacia. Desde hoy, sembrado para siempre en esta tierra fecunda, él lo será también para los desafíos por delante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario