Santiago de Cuba, 9 dic.— Después de la emboscada de Alegría de Pío el 5 de diciembre de 1956, donde murieron tres expedicionarios del Granma, los 79 restantes en medio de los disparos, la confusión y el fuego de los cañaverales lograron escapar de aquel sitio infernal divididos en pequeños grupos de tres o cuatro y comenzaron a deambular por aquella zona prácticamente inundadas de soldados.
Es así como el 8 de diciembre de 1956,
relativamente cerca de Alegría de Pío, el Ejército logró capturar a los
expedicionarios José Ramón Martínez, Armando Mestre, Luis Arcos Bergnes,
Andrés Luján, Jimmy Hirzel y Félix Elmuza, a los cuales trasladaron en
horas de la noche en una camioneta hasta el lugar conocido por Monte
Macagual, donde fueron asesinados con las manos atadas. Sus cadáveres
fueron levados hasta el Cementerio de Niquero, y allí tirados al suelo.
Ese mismo día 8 en el lugar llamado Pozo Empalao, los soldados tendieron una emboscada y asesinaron también a los expedicionarios René Bedia Morales y Eduardo Reyes Canto, cuyos cuerpos fueron llevados a la necrópolis niquereña y unidos al de los seis cadáveres que yacían allí.
De igual forma, durante esa macabra jornada, del 8 de diciembre de 1956 en Boca del Toro, caen en poder del ejército debido a la delación de un campesino otros ocho expedicionarios del Granma que fueron masacrados. Ellos se nombraban Miguel Cabañas, José Smith Comas, Tomás David Rollo, Antonio (Ñico) López, Cándido González, Noelio Capote, René Reiné y Raúl Suárez, como los anteriores sus cuerpos fueron tirados junto al de los ocho que ya habían sido llevados del cementerio de Niquero.
La intención de los esbirros del dictador Fulgencio Batista era sepultar estos 16 cadáveres de los expedicionarios del Granma, tirados uno encima del otro en una zanja que habían abierto con ese fin, incluso pretendían incinerarlos, pero la protesta airada de los vecinos de Niquero impidió esa barbaridad, logrando finalmente que cada revolucionario fuera colocado en un ataúd e inhumados el 9 de diciembre en la parte exterior del cementerio, excepto el cadáver de Andrés Luján, reclamado por sus familiares de Manzanillo donde había nacido.
El Movimiento 26 de Julio se encargó de colocar en cada sepulcro una cruz y posteriormente se puso una placa de cobre con el nombre de cada uno de ellos.
En febrero de 1959 los restos de los revolucionarios fueron exhumados y trasladados al Cementerio de Colón, en La Habana con los honores correspondientes.
En diciembre de 1996, en el sitio donde fueron enterrados los expedicionarios en el Cementerio de Niquero, se levantó un modesto monumento que recuerda a los mártires de aquel 8 de diciembre de 1956, hace hoy 59 años, donde nunca faltan las flores de la Patria a cuya libertad ellos entregaron sus valiosas vidas.
Ese mismo día 8 en el lugar llamado Pozo Empalao, los soldados tendieron una emboscada y asesinaron también a los expedicionarios René Bedia Morales y Eduardo Reyes Canto, cuyos cuerpos fueron llevados a la necrópolis niquereña y unidos al de los seis cadáveres que yacían allí.
De igual forma, durante esa macabra jornada, del 8 de diciembre de 1956 en Boca del Toro, caen en poder del ejército debido a la delación de un campesino otros ocho expedicionarios del Granma que fueron masacrados. Ellos se nombraban Miguel Cabañas, José Smith Comas, Tomás David Rollo, Antonio (Ñico) López, Cándido González, Noelio Capote, René Reiné y Raúl Suárez, como los anteriores sus cuerpos fueron tirados junto al de los ocho que ya habían sido llevados del cementerio de Niquero.
La intención de los esbirros del dictador Fulgencio Batista era sepultar estos 16 cadáveres de los expedicionarios del Granma, tirados uno encima del otro en una zanja que habían abierto con ese fin, incluso pretendían incinerarlos, pero la protesta airada de los vecinos de Niquero impidió esa barbaridad, logrando finalmente que cada revolucionario fuera colocado en un ataúd e inhumados el 9 de diciembre en la parte exterior del cementerio, excepto el cadáver de Andrés Luján, reclamado por sus familiares de Manzanillo donde había nacido.
El Movimiento 26 de Julio se encargó de colocar en cada sepulcro una cruz y posteriormente se puso una placa de cobre con el nombre de cada uno de ellos.
En febrero de 1959 los restos de los revolucionarios fueron exhumados y trasladados al Cementerio de Colón, en La Habana con los honores correspondientes.
En diciembre de 1996, en el sitio donde fueron enterrados los expedicionarios en el Cementerio de Niquero, se levantó un modesto monumento que recuerda a los mártires de aquel 8 de diciembre de 1956, hace hoy 59 años, donde nunca faltan las flores de la Patria a cuya libertad ellos entregaron sus valiosas vidas.
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