Por Karina Sotomayor Otero
Santiago de Cuba, 17 jul.—En la Alameda Michaelsen continua el desfile del Carnaval Infantil, el Comité Organizador de estas fiestas populares se propuso rescatar muchas de las tradiciones que años atrás caracterizaron al llamado Carnaval de Oriente. Las mascaras a pie, los disfraces, el colorido de los vestuarios y áreas festivas y la presencia del mar, ofrecen magia a las fiestas infantiles que concluirán el día 19 de julio.
Santiago de Cuba, 17 jul.—En la Alameda Michaelsen continua el desfile del Carnaval Infantil, el Comité Organizador de estas fiestas populares se propuso rescatar muchas de las tradiciones que años atrás caracterizaron al llamado Carnaval de Oriente. Las mascaras a pie, los disfraces, el colorido de los vestuarios y áreas festivas y la presencia del mar, ofrecen magia a las fiestas infantiles que concluirán el día 19 de julio.
La familia enseña a sus hijos las
costumbres de la casa grande cada vez que a Santiago le llegan sus
fiestas populares. Lo más importante es que todas las generaciones
comparten los mismos ofrecimientos y espacios.
Si el ajiaco cultural identifica a las tradiciones cubanas, las congas retratan la herencia del ser santiaguero. África, España, Francia, Asia, y Haití, todos mezclados y presentes a través de los tambores, los vestuarios, mascaras, bailes, cencerros, campanas y guayos.
Santiago de Cuba fabrica sus festejos con los mismos pregones con los que amanece; Santiago baila y camina a la misma vez y los más jóvenes crecen entre las viejas y nuevas historias que llegan desde el Carnaval.
Los desfiles, como toda celebración caribeña con origen mágico-religiosa, tienen la presencia del mar. En la Alameda, el sudor se mezcla con el salitre tal y como las mascaras se pierden entre pendones, disfraces, capas y piquetes soneros. El mar y el colorido de los paisajes regresan a las fiestas más participativas de la ciudad.
Hay música, teatro, artes plásticas y comidas de todas las provincias cubanas; el Carnaval de Santiago le pertenece una vez más al Oriente y a Cuba.
Mientras el Payaso azul comparte sus veinticinco años con esta ciudad, la corneta china silba y manda en las fiestas. De unas celebraciones de chinos en Matanzas la trajeron y dicen que fue Juan Bautista su primer intérprete en esta tierra….
Si el ajiaco cultural identifica a las tradiciones cubanas, las congas retratan la herencia del ser santiaguero. África, España, Francia, Asia, y Haití, todos mezclados y presentes a través de los tambores, los vestuarios, mascaras, bailes, cencerros, campanas y guayos.
Santiago de Cuba fabrica sus festejos con los mismos pregones con los que amanece; Santiago baila y camina a la misma vez y los más jóvenes crecen entre las viejas y nuevas historias que llegan desde el Carnaval.
Los desfiles, como toda celebración caribeña con origen mágico-religiosa, tienen la presencia del mar. En la Alameda, el sudor se mezcla con el salitre tal y como las mascaras se pierden entre pendones, disfraces, capas y piquetes soneros. El mar y el colorido de los paisajes regresan a las fiestas más participativas de la ciudad.
Hay música, teatro, artes plásticas y comidas de todas las provincias cubanas; el Carnaval de Santiago le pertenece una vez más al Oriente y a Cuba.
Mientras el Payaso azul comparte sus veinticinco años con esta ciudad, la corneta china silba y manda en las fiestas. De unas celebraciones de chinos en Matanzas la trajeron y dicen que fue Juan Bautista su primer intérprete en esta tierra….
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