Autor :Caridad Franco Vega
A
45 años del asesinato de ernesto Guevarra, el guerrillero heróico, es
símbolo que continúa animando la rebeldía y da vida a la esperanza
“Para
la libertad sangro, lucho pervivo” este verso que inicia uno de los
memorables poemas del escritor español Miguel Hernández definen muy
bien el sentido que dio a su vida Ernesto “Che” Guevara uno de los
hombres más legendarios del siglo 20.
Pertenezco a una de las
primeras generaciones de cubanos que comenzamos a crecer con la
expresión “seremos como el Che”. Y no fue esta una simple frase, al
menos para la mayoría, de ello doy fe. La escuela, los padres y la
sociedad, se encargaron de que aprendiéremos los relatos y las hazañas
del heroico guerrillero, nacido en la ciudad de Rosario en Argentina, y
desde entonces el hombre se fue convirtiendo en inmortal.
No hay
dudas que recitar en matutinos y actos públicos poemas como el de
Mirta Aguierre, “Canción antigua al Che Guevara”, o “Ché Comandante”,
de nuestro poeta nacional Nicolás Guillén, nos afirmaba la idea de su
estatura moral y su permanencia entre nosotros. Lo mismo sucedía
cuando cantábamos a coro “aquí se queda la clara le entrañable
transparencia de tu querida presencia comandante Che Guevara", canción
“Hasta siempre” del trovador Carlos Puebla, que confieso aún hoy me
conmueve.
Para descubrir el hombre detrás de mito convincentes
fueron los testimonios gráficos donde el Che aparecía con mocha en medio
de un cañaveral, al timón de un tractor en un campo de caña, estibando
sacos en un almacén, o con sus manos llenas de cemento colocando
bloques en una construcción. Imágenes que hablaban por si mismas de la
modestia de un hombre, que después del triunfo revolucionario de Enero
de 1959 no se limitó a cumplir las funciones de gobierno que se les
encomendaron.
Y como si no bastara allí estaba Che, aquel 23 de
noviembre de 1959 haciendo realidad el primer llamado a realizar
jornadas de trabajo voluntario, (labor que según sus consideraciones se
realizaba fuera de las horas normales de trabajo sin percibir
remuneración económica adicional). Mostraba su capacidad de entrega y
con su modesto ejemplo lo que había que hacer para avanzar la sociedad
hacia el futuro.
En algunas fotos, le vimos junto a sus 5 hijos.
Hoy desde mi experiencia familiar, imagino cuan difícil debe haber sido
para el Che, como esposo y más aún como padre prescindir por
temporadas de la compañía de su mujer Aleida y de la cercanía de sus
niños, Hilda, Aleidita, Camilo, Celia y Ernesto, y de no poder estar
presente día a día en el crecimientos de sus pequeños. Es obvio que su
intenso quehacer debió imponer limitaciones en cuanto a su presencia
física.
Porque aquí dejó “lo más querido entre mis seres queridos”
así lo escribió en la carta de despedida que dirigiera al Comandante
Fidel Castro, y que el líder de la Revolución Cubana hizo pública el 3
de octubre de 1965.
Existen abundantes fotografías suyas pero
hay una muy especial, esa que aún hoy recorre el mundo y que fue tomada
por el cubano Alberto Korda, durante el acto de despedida del duelo de
las víctimas del sabotaje al barco francés La Coubre el 5 de Marzo de
1960. Su expresión serena, visionaria lo descubre hombre y a la vez lo
eterniza icono.
Siempre supe que el 8 de octubre de 1967
había sido herido en combate en la Quebrada del Yuro y el 9 de octubre
asesinado en el pueblo de Higuera, en Bolivia.
No tuvimos su
cadáver, no hubo entonces funeral. Lo disimularon bajo tierra, lo
escondieron y no se supo en que bosques o páramos, bajo que tierra
pretendieron hacerlo silencio.
Pero su luz no fue menos alta y lo
dimensionamos como hombre inmortal e imperecedero. Quisimos y
alimentamos la leyenda, el mito y porque no, lo imaginábamos vivo, bajo
la más inverosímil apariencia luchando por la libertad de un pueblecito
cualquiera perdido en la geografía continental.
Mientras que en
La Higuera nació San Ernesto, los pobres de la tierra, esos por los que
echó su suerte, esperan tal vez que le conceda el milagro, una vida
nueva.
En la escuelita, donde permaneció prisionero antes de que le
asesinaran, desde entonces nunca faltan flores y velas. Esos lugares
se han covertido en místicos santuarios.
En 1997, el 28 de Junio
llegó la información, me cuento entre los que la noticia de que un
grupo de expertos cubanos y argentinos descubrieran una fosa común en
Vallegrande, Bolivia con sus restos y los de otros guerrilleros, nos
enfrentó por primera vez a la certeza: allí estaban sus huesos, el
hombre real había muerto. Pero el símbolo continuaba animando la
rebeldía y daba vida a la esperanza.
Luego 12 de Julio de 1997
se recibieron los restos mortales que en Octubre fueron trasladados a
un monumento en la Plaza que lleva su nombre “Ernesto Che Guevara” en
la ciudad de Santa Clara donde descansan actualmente.
Hasta allí
llegué una mañana del 2003. En el monumento esta prendida la luz de la
llama siempre eterna. Le acompañan casi todos sus compañeros de la
guerrilla boliviana. Parece que guardan filas, están en la misma
posición que lo dispuso en campaña: ofensiva, vanguardia, retaguardia. Y
aqui se aviva el recuerdo y como uno de esos milagros creí
escuchar:"firme la voz que ordena sin mandar, que manda compañera,
ordena amiga, tierna y dura, de jefe cámarada"
Ante su rostro a
relieve dejé un ramillete de mariposas, lo traje del indómito oriente,
porque es flor que brotó desde siempre para guardar secretos libertarios
y se que puso aroma a sus tenaces pasos por ríos rebeldes en la
Sierra Madre.
Y allí te invoque: “Che, Comandante amigo”, de tu
carne talada crecen nuevos brazos y nuevas piernas, porque “como árbol
talado, retoñas, aún tienes la vida.
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