Autor : AIN
La santiaguera Dora Lidia Garzón siente hoy el dolor multiplicado por la
pérdida de un hijo, hace casi 36 años, en el sabotaje a una nave de
Cubana de Aviación en Barbados, y espera justicia, como muchas familias.
En
declaraciones a la AIN, manifestó la impunidad con la que se
beneficiaron los autores intelectuales del brutal crimen, ocurrido el
seis de octubre de 1976, que tuvo como cabecillas a los terroristas de
origen cubano Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila, asalariados
del imperio (EE.UU.)
Con la muerte de José Ángel Fernández
(Pepín), de solo 18 años, se acabaron las alegrías, y desde entonces no
he dejado de sufrir, esperando al menos que paguen los asesinos de los
73 ocupantes de aquel avión civil, señaló.
Recordó que el menor
de sus tres hijos formó parte de la delegación de bisoños que compitió
en Caracas, Venezuela, en el IV Campeonato Centroamericano y del Caribe
de Esgrima.
Aunque la imagen de Pepín siempre está presente en su
mente, aseguró, la angustia se apodera de su corazón enfermo, ante la
cercanía de la fecha, ya que pesan sobre ella 81 años.
Nunca
olvidará la última vez que lo vio, el 11 de agosto de 1976, cuando se
despidieron con un fuerte abrazo en el aeropuerto de Santiago de Cuba,
desde donde partió hacia La Habana para continuar la preparación, con
vistas al evento del siguiente mes.
Jovial, de alta estatura y
amplios conocimientos, él practicaba deportes y estudiaba Ingeniería
Electrónica en la capital del país, precisó Dora Lidia.
Posada
Carriles y sus cómplices son los máximos responsables de que se
hundieran también en el mar las esperanzas -de esos deportistas y sus
entrenadores- de continuar con los éxitos, acotó.
En la barriada
santiaguera de Los Olmos vive esta madre cubana, rodeada de vecinos que
la quieren y admiran, mucho más desde aquel fatídico día cuando llegó a
su casa procedente del cine Trocha -donde trabajaba- y vio a numerosas
personas congregadas frente a la vivienda.
Al conocer la noticia
de la caída del avión frente a las costas de Barbados, su corazón
experimentó el primer impacto, y desde 1976 no ha dejado de sufrir y
pensar en su hijo.
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