Autor :Isabel Zaldívar Dieguez
Ya el mundo vivía el siglo XVI cuando a las costas del archipiélago
cubano llegó el Adelantado español Diego Velázquez y fundó, en lugar de
paraíso resguardado por una bahía, la séptima y última de las villas en
el proceso de sometimiento de los aborígenes de la Isla.
Si bien
fue polémico el año justo de tal acto, se escogió como fecha de
cumpleaños el 25 de julio, fiesta del Santo Patrón de las Españas,
Santiago Apóstol, por el cual tomó nombre la ciudad, mientras Cuba lo
debe a una denominación aborigen, que persistió frente a todos los
intentos de sustitución.
De entonces acá mucho ha llovido y cada
vez crece el grosor del libro que atesora la historia de este terruño,
protagonista de hechos trascendentales que han cambiado, una y otra vez,
el giro del país.
A casi cinco siglos, veo a Santiago de Cuba
como un calidoscopio de hechos e imágenes que alimentan a la historia
nacional. Pero tal paisaje no se subordina al sitio geográfico o hechos
en sí. Este terruño nada sería sin los santiagueros, porque ésta no es
ciudad que pueda guardarse en documentos y monumentos, la elevan el
quehacer del día a día de cada uno de sus habitantes.
Del
estremecimiento de su fortaleza militar el 26 de julio de 1953, de sus
tiros, de los gritos de horror por las torturas y de la mucha sangre
joven vertida, se escribe y cuentan sus protagonistas. El otrora cuartel
Moncada con sus muros amarillos y los impactos de balas frescos en su
fachada, es hoy motor impulsor para los cubanos, para los santiagueros.
Al
calor de una justa por hacer más, los cubanos trabajan para obtener la
sede de las actividades centrales del asalto al histórico cuartel. El
municipio cabecera de la provincia, con cerca de medio millón de
habitantes, fue designado, este año, para los festejos. De ahí mi
admiración por tanta ebullición en sus calles. Particularmente me
motivaron los muchos constructores en plazas y avenidas, en casas
particulares y centros de trabajo.
Tanto para el visitante como
para el nativo es motivo de admiración el rápido crecimiento de
instalaciones en esta ciudad, y vale remarcar: bellas instalaciones de
todo tipo.
El litoral, sus principales calles y la urbe toda se
mantienen como testigos del diario quehacer que sirvió para que sus
habitantes celebren por todo lo alto este 26 de julio. El reto mayor
está en vitorear el próximo año las seis décadas del asalto que
trascendió fronteras. Confirmo que será un festejo excepcional, porque
el cuartel, el acontecimiento y cada piedra acumulan la historia viva de
aquella epopeya cimentada por la Generación del Centenario.
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