Por Ricardo Rodríguez Cabrera
A su singular historia, Santiago de Cuba suma la particularidad de ser considerada una de las ciudades más pintorescas y limpias del país. Su desarrollo urbanístico está en armonía con la preservación del medio ambiente, lo cual evidencia ocupación por parte de los organismos e instituciones responsabilizados con esta materia.
Constructivamente la urbe crece hacia adentro, con nuevos asentamientos de viviendas y edificios de dos y más plantas, respetando los espacios públicos y las áreas verdes y periféricas. En tanto, prosiguen los programas de conservación arquitectónica y de rescate patrimonial de la ciudad histórica.
A la par de este esfuerzo, marcha la voluntad preservadora del entorno. Los trabajadores de Servicios Comunales asumen de manera digna la parte que le corresponde del reto, al mantener en niveles adecuados, la higiene, limpieza y mantenimiento de la comunidad. Sin embargo se hace necesario aprovechar aún más las potencialidades existentes en los santiagueros, para alcanzar una mayor conciencia ambientalista, y arraigar en la gente el concepto de “cuidado colectivo”, que involucra a toda la población en el mantenimiento de una ciudad enteramente sana y armoniosa.
A pesar de tales avances y de la labor persuasiva a través de diversos medios, persisten algunas actitudes de irrespeto a las regulaciones establecidas en materia medio-ambiental, que propician la creación de micro vertederos en lugares no adecuados y el vertimiento de deshechos en las aceras. Asimismo, la irresponsabilidad de algunas personas ha provocado la destrucción de jardines, bancos, señales del tránsito y luminarias públicas. Y en no pocas ocasiones coches y carretillas de tracción animal dejan sus marcas de estiércol en el pavimento.
Queda claro que urgen una más convincente responsabilidad colectiva y una acción más enérgica por parte de las autoridades encargadas de hacer valer lo dispuesto para proteger y conservar el medio ambiente. Todos los santiagueros deben compartir el cuidado del entorno, y conservarlo con cultura y disciplina: los que construyen o producen y los que comercializan o consumen. Así es como se despeja de contaminación el camino hacia una ciudad verdaderamente sostenible, condición que enaltecería a la ya pintoresca y limpia Santiago de Cuba.
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